Es almagreño de nacimiento, y en el recién celebrado ciclo “Los Toros en la Cultura” ha vuelto a sorprender a la afición taurina ciudarrealeña, con una exposición de pintura taurina que ha dejado gratamente sorprendidos y maravillados a propios y extraños.

La condición de gran aficionado taurino de Álvaro Ramos comienza a quedarse corta, sabe a poco, y no hace justicia a la capacidad taurina que demuestra este joven almagreño en cualquiera de las ramas que toque. Bien sea en la radio, con una voz prodigiosa que utiliza para los diversos contenidos de la emisora Onda Almagro, o en cualquiera de sus comparecencias taurinas en las que sea reclamado, porque Ramos cuando se le llama, está. Escribe de toros desde una riquísima cultura taurina, la cual sabe adaptar a su ligado verbo, para que el lector desgrane con facilidad el mensaje y el criterio de lo que se quiere contar o decir. Y ahora la misma muñeca que toreó en su incipiente juventud ha cogido el pincel, para plasmar en lienzo su personal concepto de la tauromaquia y la sensibilidad que domina sus formas cuando piensa en esta, su pasión.

Tiene la clase del torero artista del sur, la claridad del toro de Santa Coloma cuando  embiste con franqueza, y la sensibilidad de los elegidos, por destacar alguna de sus virtudes, aunque una que me gustaría resaltar, es la humildad con la que siempre presenta la muleta de su persona. Es Álvaro Ramos Golderos, con el que hemos querido charlar sobre su reciente exposición de pintura taurina en el Museo López Villaseñor de Ciudad Real…

Álvaro, ¿cuándo comienzas a dibujar  temática taurina y por qué?

Dibujo y pinto desde 2007, y prácticamente desde el principio comencé a pintar toreros, inicialmente casi siempre retratos. He tenido unos años de parón en los que no me apetecía pintar, pero una exposición del maestro Diego Ramos hace un par de años volvió a despertar esa inquietud en mí. El 90 por ciento de lo que pinto está relacionado con la tauromaquia.

¿Qué te aporta pintar, y qué deseas transmitir con tus trabajos?

Me gusta esa sensación de crear algo de la nada, e intento huir del realismo cuando pinto. Me encanta cuando alguien me dice que pinto raro. No pretendo que sea fácil de digerir, la verdad. Eso de dibujar trazos que si tiramos de lógica no deberían estar, o poner colores que tampoco deberían aparecer, me pone mucho. Porque a veces, no siempre, pero a veces estando no estorban, sino que más bien aportan. El problema es que a veces me cuelo y destrozo el cuadro, pero bueno, es el pequeño riesgo que se corre.

¿Te planteas en un futuro, convertir lo que ahora comenzó como una hobby más dentro de tu afición, en una dedicación profesional?

Ahora mismo me gusta mucho pintar, pero he tenido épocas en las que no me apetecía nada. Ahora no sé cuánto me va a durar, la verdad, por eso intento aprovechar el momento. Estoy vendiendo algunos cuadros y tengo encargos, no te voy a engañar, pero me da miedo sentir que tengo que pintar por obligación. Creo que así no podría. El tiempo dirá.

 ¿Qué te inspira o satisface más, pintar al toro o al torero?

Al torero. Me inspira mucho el movimiento, la estética del toreo. No quiero que se conozcan los toreros que pinto, salvo que se trate de un retrato. Busco un lance, un muletazo, o un instante de la enorme riqueza que nos regala una tarde de toros, e intento plasmarlo. Pero me interesa el cuerpo, no la cara. Me interesa mucho la reunión del torero con el toro. Para mí el toreo es por encima de todo eso, reunión.

Si te dan a elegir para pintar: un tipo de toro, un torero y una plaza, ¿cuáles llegarían primero a tu inspiración?

Me inspira mucho ese toro chato y guapo de Partido de Resina. En cuanto a toreros, los maestros clásicos y artistas de todas las épocas: Joselito, Belmonte, Chicuelo, Cagancho, Curro Puya, Manolete, Victoriano de la Serna, José Miguel Arroyo, Tomás, Morante… Y ahora, por descontado, Juan Ortega y Pablo Aguado son una mina de inspiración, junto a Urdiales o Emilio de Justo. También me gustan muchísimo las fotos de estudio que se hacían los matadores de finales del XIX y principios del XX. Y en cuanto a plazas, la verdad es que no me centro en ellas, suelo pintar sin escenario, sin fondos. Eso lo pone la imaginación de quien lo ve.

¿Explícanos que es esto del Aula de Tauromaquia de la Universidad Popular en Almagro, que tiene al aficionado tan encantado?

Pues a veces pienso que es un milagro. Es una iniciativa que ha ido creciendo poco a poco, y que nos está dando muchas alegrías. Todos los lunes de octubre a mayo nos reunimos medio centenar de aficionados, de edades muy variopintas y con un nivel de conocimientos totalmente heterogéneo, con la única finalidad de hablar de toros y aprender. Se trata de ser aficionados formados, cuanto más, mejor. Y lo mejor es que a todos los invitados que busco para impartir una sesión, me dicen que sí al instante. A veces los aficionados nos subestimamos. En muchas ocasiones se trata de proponer las cosas, de prender la mecha. Lo mismo que hacemos en Almagro se podría hacer en mil ciudades más. Ojalá cunda el ejemplo, porque la salud de la fiesta sería sin duda mucho mejor.

Viendo tu pasión sin límites y el trabajo que desempeñas a diario, ¿Qué será lo próximo, y que ronda en tu cabeza en pro de la tauromaquia y el apoyo y la divulgación de la misma?

La vida me da para poco más. De momento me conformo con este pequeño granito de arena, y ojalá mis obligaciones me permitan poder seguir poniéndolo mucho tiempo. Al final esto es nuestra pasión, igual que la tuya, Víctor, pero no vivimos de esto. Es más, lo único que nos llevamos son muchas satisfacciones y momentos inolvidables, pero el pan llega a casa por otras vías que irremediablemente tienen que ser prioritarias. Te engañaría si no te dijera que me gustaría publicar una cosita que tengo en mente, pero a día de hoy es imposible, no tengo el tiempo necesario. Veremos…

Entrevista realizada por Víctor Dorado Prado

Fotos: © Manuel del Moral Manzanares