Decía el maestro Mazzantini, al preguntarle porqué dejaba la profesión de ser torero y el mundo del toro para dedicarse a la política; respondió: «lo hago porque en el toro hay que tener vergüenza torera, y antes de perderla y defraudar a los que confían en mí, prefiero tomar otro camino«. Una aptitud que le honró y que hoy en pleno siglo XXI se debería meditar y pensar fríamente, aparte de servir obviamente como ejemplo.
La tarde de hoy en Manzanares tenía como eje económico y objetivo empresarial, atraer a la gente a los tendidos para presenciar la reaparición de Julio Aparicio. El pasado jueves tuvimos la oportunidad de mostrarles una entrevista con el torero en la que nos hacía referencia a una ilusión de volver a torear, comparable a la de un niño que comienza su carrera, a lo que mi cuerpo responde con un escalofrío producido por pensar en la terrible comparación viendo lo visto esta tarde con sus dos toros.
Menos de media entrada ha sido la respuesta del aficionado. En los micrófonos de Castilla La Mancha Televisión, el alcalde de la localidad manzanareña Antonio López tras la muerte del primero, ha calificado de deshonrosa la actuación de Aparicio y de no recordar algo parecido. A todo esto los taurinos, los comentaristas y todos los palmeros que conforman este tipo de montajes han intentado tapar y maquillar el desastre, recordando aquella tarde del 94 en Madrid, incluso justificando lo injustificable describiendo al torero como si fuera un querubín del señor caído del cielo, esta tarde sobre el ruedo de la centenaria plaza de Manzanares. ¡Un poquito de respeto y llamemos a las cosas por su nombre!
Se han lidiado toros de Torreherberos y Torrehandilla  justos de presentación, con toros demasiado chicos, sin presencia de toro en algunos de ellos, nobles en sus formas de embestir y con poca fuerza en líneas generales. 5º y 6º mejores presentados y con más oxigeno y desarrollo fueron los más destacados de una ganadería que busca la calidad en las embestidas y la nobleza que permita estar a gusto a los toreros.
En el paseíllo ocurrió otra de las notas negativas del festejo. Varios fotógrafos caminando en paralelo a los toreros, haciendo fotos durante el trayecto del mismo, sin respetar una liturgia taurina y un protocolo profesional que parece que no terminan de entender. ¿Qué pinta un fotógrafo haciendo el paseíllo en paralelo a los profesionales? ¡Usted haga sus fotos en el tercio junto a la puerta del patio de cuadrillas y tápese como hacen sus compañeros! Lo peor de todo que son reincidentes, y a varios de ellos ya se les ha llamado la atención en varias ocasiones, por ejemplo en la feria de Ciudad Real, recuerdo hace un par de años.

Julio Aparicio recibía una calurosa ovación del amable público manchego obligándole salir al tercio a saludar montera en mano, al que después el torero devolvería en forma de auténtico petardo y falta de respeto en una actuación la cual no voy a seguir describiendo porque produce desidia desgranar o analizar, ni creo que lo merezca. Solo me viene a la mente preguntarme después de lo visto, ¿por qué apareció Aparicio en Manzanares? Simplemente, suerte en la vida Julio.
Juan José Padilla volvió a conectar una tarde más de su extensa temporada en número de festejos, con una actuación en conjunto voluntariosa como es costumbre en el torero jerezano, divirtiendo a un público al que sabe lo que ofrecerle. En el primero de su lote anduvo sin opciones por la falta de fuerzas de su enemigo y fue en el quinto donde después de correr bien la mano por abajo y obtener buenos muletazos con la derecha consiguió su labor más redonda. En este toro se ha podido ver la mezcla de Padilla en el querer torear con gusto y acople por abajo y de entrar en las cercanías y en los repertorios de alardes y desplantes que deleitan a la gente. Una buena estocada y al grito unánime de ¡tú sí que vales! del festivo publico paseó las dos orejas.
El Cid es un torero que posee facultades y maneras que lleva tiempo sin mostrar de la forma que lo hacía años atrás. Parece haberse sumergido en ese toreo convencional que dice muy poco en él, dada la dimensión ofrecida en esas temporadas donde sus planteamientos y resultados eran bien distintos. Un Cid venido a menos y un Cid muy visto en ésta prolongada situación obtuvo en el sexto los momentos de más brillantez, acoplándose en ocasiones a la embestida del toro y pegando muletazos buenos en la media distancia. En las cercanías no hubo acople. En el primero de su lote una faena con mucho adorno, molinete, desplante rodilla en tierra y rematada con una estocada contraria le sirvió para conectar con la gente y cortar las dos orejas. Quizá lo mejor, el final de esa primera faena con dos muletazos a pies juntos por la derecha y un cambio de mano limpio, con mucha torería.
Al finalizar el festejo se procedió al sorteo del traje de luces de Julio Aparicio, resultando ser el agraciado el numero 1413. Esperamos que el afortunado/a disfrute del vestido y sirva de adorno en algún bonito lugar, pero claro, evitando la tradicional plaquita donde explique lo ocurrido la tarde que el torero lució dicho terno, porque si hubiera que calificarla de alguna manera, restaría belleza a la bonita prenda.
Quisiera terminar ésta crónica recordando a un torero de nuestra tierra que ha demostrado muchas tardes tener vergüenza torera a raudales y además hacer gala de ella. En la pasada tertulia del programa Ciudad Real Taurina de CRTV, donde intervino el matador de toros Aníbal Ruiz (el cual debía haber estado hoy en el cartel, en el año de su retirada), pudimos escucharle parafrasear a su abuelo en un consejo que venía a explicar los motivos de su retirada y decía algo así como: en la vida hay que saber entrar, hay que saber estar y hay que saber salir.

Texto: VICTOR DORADO / Fotos: Manuel del Moral

Plaza de toros de Manzanares. Menos de media entrada.
Toros de Torreherberos y Torrehandilla justos de presencia y fuerza, nobles, Mejores 5º y 6º.
Julio Aparicio (Grana y azabache): Bronca y saludos
Juan José Padilla (Berenjena y oro con remates negros): Oreja y dos orejas
El Cid: (Lila y oro): Dos orejas y oreja