Tres principios básicos del toreo se personificaron ayer en Daimiel en los tres toreros anunciados en el coso manchego. El pulso y el desmayo lo puso Curro Díaz; el temple, Luis Miguel Vázquez; y el orgullo, Joselito Adame. La terna ser repartió siete orejas y triunfó con un encierro de Virgen María bien presentado y noble, pero de escaso fondo. Destacó el lidiado en quinto lugar, que tuvo un gran pitón derecho. Entre los de plata, destacaron Oscar Castellanos, tanto con el capote como con los rehiletes, así como los pares de Jorge Fuentes al quinto.
En Daimiel se presentaba Curro Díaz. Uno es de esos toreros olvidados por el empresariado taurino, pero que en cada actuación deja claro que en sus muñecas tiene el toreo marcado a fuego. Ayer, pese a no contar con un lote extraordinario, supo tener el pulso de maestros para llevar las embestidas de sus oponentes cosidas a su muleta. Ante su primero, tan noble como blando, intentó estirarse a la verónica, pero el animal no tuvo la pujanza para dar enjundia a los lances. Con la muleta, tuvo que hilar fijo para corregir el rebrincamiento del toro. Todo suave. A media altura. Toreo en línea para afianzar las embestidas del de Virgen María. La diestra monopolizó la labor del jienense. Por el izquierdo, se evidencio aún más la falta de fuerzas del burel. Soltaba la cara y no pasaba con franqueza. Los mejores momentos vinieron cuando volvió a montar la muleta en la derecha. Toreo vertical, figura relajada y el toro respondiendo a los toques. Pases de majestuoso embroque. Lástima los deslucidos finales. Tanda de cinco más el de pecho. Una obra de arte. Fugaz, eso sí. Gran estocada, un punto delantera, que hizo rodar al animal. El público pidió los trofeos, pero el presidente, al más puro estilo de Matías, dijo que sólo se pasearía un apéndice. Con el cuarto consiguió que la gente dejase las notables viandas de las que estaban dando cuenta durante la merienda, para degustar del toreo más clásico. Después de una gran brega de “El Dani” y de dos soberbios pares de Óscar Castellanos, que tuvo que desmonterarse, surgió el Curro Díaz más puro. Con la izquierda dejó pases de gran belleza. Codilleando. Llevándolo largo. Templado y encajado. Una pena que el animal no tuviera mayor transmisión. Conforme le bajaba la mano, éste se paraba. Los primeros pases se los tragaba, pero a partir del tercero se quedaba debajo de Díaz. Por este motivo fue uno de los sustos de la tarde. El andaluz fue prendido cuando toreaba con la diestra. El burel se le paró en mitad del muletazo, le metió el pitón dentro del chaleco, a la altura del estómago y se temió lo peor. Momentos angustiosos. Afortunadamente no hizo presa. Pese a que el toro se fue apagando, la gente estaba encantada y es por ello que pidió las orejas pese a marrar con la espada. Oreja compensatoria por la negada en el primero.
Luis Miguel Vázquez volvía, como cada año, a torear en su casa. El espada estuvo bastante entonado, pese al poco rodaje que posee. Con el primero de su lote evidenció más esas carencias lógicas del que se viste de luces en tan pocas ocasiones. El animal, que acusó las querencias que se crean cuando son desencajonados y exhibidos en la plaza, tuvo un pitón izquierdo que exigía profundidad y mando en la muleta. Vázquez se lo ofreció por momentos, pero sin que rompiese la faena, puesto que el oponente ya había emprendido la huida a tablas. La colocación de la espada no fue óbice para que sus vecinos le pidieran el trofeo. Lo mejor de su tarde vino con el buen quinto. Pese a lo caótico de la lidia, tuvo un gran fondo de nobleza por el pitón derecho. El recibo de capa se obró el segundo milagro de la tarde. El diestro tropezó y quedó a merced del animal. Consiguió hacerse el quite, pero lo pitones pasaron muy cerca del pecho del daimieleño. Otro susto sin consecuencias. Vázquez, que brindó la muerte del animal a Lauri, torero local ya retirado, tapó de repente sus carencias y dejó brotar el toreo. Templado y componiendo la figura, supo conducir la enclasada embestida. No se dejó tocar la muleta y el animal fue a más. Parecía que era su vigésima tarde del año. Toques suaves y sin forzar las líneas para no afligirlo. Con la zocata no encontró la fórmula del éxito. El toro se quedaba corto y buscaba las hombreras del chispeante. Se tiró a matar recto y fue prendido, lo cual dio un matiz más épico al final de su actuación. Dos orejas que serán el salvoconducto para volver el año que viene.
Para cerrar el cartel llegó de México Joselito Adame. Mucho más toreado que sus compañeros y con la vitola de gran figura del toreo al otro lado del charco. Ante su primero, pasó prácticamente desapercibo. La deslucida condición del burel y su marcada querencia hacia la puerta del desencajonamiento impidieron cualquier atisbo de lucimiento. Ya evidencio su condición en el caótico tercio de varas. Sólo arreones de manso. En el último tercio, tras dos coladas por el derecho en las primeras tandas, Adame tiró por el camino de en medio y lo pasaportó de indecoroso bajonazo. El de Aguascaliente veía como se cerraba la tarde sin tocar pelo y tiro de raza en el sexto. Estuvo vistoso con el capote, sobre todo, en su quite por chicuelinas con el compás abierto. Comenzó la faena sentado en el estribo para ir sacándose el toro a los medios. Allí, le dio distancias y aprovechando las inercias pudo dejar tandas limpias, pero sin llegar a apretarse con el astado. Como a toda la corrida, a la nobleza no le acompañó la fuerza y poco a poco el toro se fue apagando. Con la zurda, Adame anduvo inteligente para perderle un paso al final de cada muletazo para no agobiarlo y que repitiese. Acabó entre los pitones para encender al respetable. Estocada y dos trofeos al esportón.
Y así, con tres toreros a hombros, tres conceptos, tres maneras de interpretar: el pulso, el temple y el orgullo, se cerró una entretenida tarde de toros en la ciudad de Las Tablas.
FICHA DEL FESTEJO
Daimiel (Ciudad Real). Único festejo de Feria. Se lidiaron toros de Virgen María. Correctos de presentación y de diferentes conformaciones de pitones. Nobles, manejables, pero sin fuerza en líneas generales a excepción del el 5º, con mayor recorrido y de profunda embestida. El peor, el rejado 3º. Un tercio de entrada en tarde soleada y temperatura agradable.
Curro Díaz, de rosa palo y oro, Estocada delantera (oreja y petición); tres pinchazos y descabello (oreja).
Luis Miguel Vázquez, de rosa palo y oro, estocada caída y dos descabellos (oreja); estocada desprendida (dos orejas).
Joselito Adame, de tabaco y oro, bajonazo (silencio); estocada tendida (dos orejas).

Crónica. Pedro L. Calvillo

Fotos: Manuel del Moral Manzanares