Almadén y su joya taurina hexagonal, seis lados de historia en sus murallas encaladas y seis toros para una terna mixta compuesta por la rejoneadora Lea Vicens, Sebastián Castella y David Mora. Animales murubeños de Luis Terrón para el arte de Mari-Alva y “cuvillos” de procedencia Domecq con el hierro de Manuel Blázquez para los de a pie.

El embrujo del lugar enmarca de belleza la escena y lamentablemente faltaron los del castoreño en el paseíllo de manera incomprensible, ya que estos conforman uno de los ejes fundamentales de la tauromaquia, no visten chaquetillas rematadas en oro por casualidad y el error sin conocer concretamente quizá algún imprevisto, lo considero grave con el deseo de que no vuelva a repetirse ni en Almadén ni en ningún otro coso taurino indistintamente de su categoría.

Recibió a un Murube de Luis Terron la francesa Lea Vicens montando a Petip-Puá que de manera aseada paró y clavó un rejón de castigo. En banderillas realizó una labor donde se puede apreciar la madurez de la francesa, que a través de torear mucho ha conseguido tener mayor dominio de los terrenos, distancias y tiempos, aumentando el valor de este hándicap en Almadén por las peculiaridades de las dimensiones del ruedo. Con “Vendabal” en los galopes a dos pistas, citando al estribo el templado tranco del animal, alcanzó los mejores momentos de una labor sin demasiados vuelos. Palmas.

No hubo acople de salida con el guapo “burraquito” de Blázquez por parte de Castella, que vistió de “chenel y oro” para la ocasión. Cumplió con un pitón en el peto del picador. Se sentó Sebastián en el estribo de la barrera impávido, ceremonioso, dominador, como el que está sentado en el tendido. El valor quizá sea uno de los principales argumentos de la tauromaquia de este torero que, ante enemigos sin raza, sin fondo, sin fuerza y sin poder como este primero suyo, donde se obtiene un resultado visual a ojos de cualquiera, de una superioridad aplastante del hombre sobre el animal dejando la “puesta de escena” carente de emoción. Estocada desprendida, trasera y descabello para escuchar una ovación.

El ensabanado tercero repitió en el barroco capote a la verónica de David Mora, que meció los brazos para templar desde el inicio la acometividad del de Blázquez. Laboriosa la brega de José Antonio Carretero para centrar la atención del ensabanado. Con los palos estuvo sensacional Ángel Otero. Brindó al público David Mora una faena comenzada a media altura por el pitón derecho con una expresión relajada y desmayada a la hora ligar los muletazos. Empezó a aflorar en la primera tanda la falta de fondo del toro “obligando a no obligar” durante el trasteo. Le puso torería Mora a los cites, a los embroques, a los desplantes y a las formas de hacerle las cosas. Una estocada entera en buen sitio hizo aflorar los pañuelos para la concesión del doble trofeo.

De nuevo a caballo Lea Vicens realizó una labor asentada en lo referente a al dominio de los tiempos tan importantes en la lidia del toreo a caballo. El caballo negro “Bético” hizo elevar el tono de una actuación de menos a más donde la francesa tiró de repertorio, alardes, adornos y todo ese contenido añadido que caben en los rejones para disfrute del respetable, que en estos casos acepta cualquier recurso para la diversión y entretenimiento. Recordó a su maestro y maestro del toreo a caballo, D. Ángel Peralta con las rosas como epílogo, para clavar un muy trasero rejón de muerte. Tardó en doblar el boyante Murube, enfriando a los almadenenses. Con la presencia de un buen aficionado como Segundo Cabanillas en el palco presidencial, haciendo las labores de asesor artístico, el trofeo se quedó en su justa medida a una actuación voluntariosa de la rejoneadora francesa.

“Flofón” salió fuerte de toriles con el pitón derecho destrozado, encontrándose con el poderío de plantas y dominio de la situación Castella, que lo lanceó a la verónica. Tras el puyazo quitó por chicuelinas rematando a una mano con la larga. En la brega, sensacional las yemas de José Chacón para imprimir suavidad en el trazo del animal. Brindó al público un trasteo basado en el temple y la suavidad. Torería en el comienzo con la diestra que hacía concebir ilusiones, diluyéndose a medida en la que el toro comenzó a perder fuelle, al igual que sus hermanos. De nuevo la función reducida a las cercanías y adornos de cara a la galería por aquello de justificar la peoná. La suerte suprema con mejor ejecución que colocación hizo rodar pronto al desfondado toro de Blázquez. De nuevo el palco en su sitio, otorgando una oreja y dando importancia y seriedad al lugar, a pesar de la equivocación del presidente mostrando de manera errónea dos pañuelos. Parece mentira que la categoría de un torero como Sebastián Castella se pueda perder con esos gestos hacia la presidencia, discutiendo una decisión coherente y sensata, más si cabe cuando la actuación en todo caso hubiera sido justamente valorada con una simple ovación desde el tercio.

De rodillas con una larga cambiada recibió David Mora al sexto. Continuó manejando con suavidad el percal en un variado saludo capotero. Tras un trámite en el peto realizó un quite el toledano a la verónica cargando la suerte y dando profundidad al embroque rubricado con una media verónica sensacional. Le cedió amablemente la oportunidad al sobresaliente “Chapurra” quitando éste por el mismo palo. Dos buenos pares de Carretero y el brindis de David Mora a su gente de “Borox”. En la muleta los tiempos muertos de inicio presagiaron pronto la faceta en este caso de “cuidador” del matador. Oreja a la voluntad del “coleta” por parte del respetable.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Foto: © M. del Moral (David Mora en una imagen de archivo)

Plaza de Toros de Almadén. Dos tercios de entrada en tarde calurosa.

Se lidiaron dos toros para rejones (1º y 4º) de Luis Terrón, colaboradores y manejables y cuatro de Manuel Blázquez, sin fuelle, transmisión ni fondo, resultando moribundos en el último tercio.

Lea Vicens: Palmas y oreja.

Sebastián Castella, de lila y oro: Ovación y oreja.

David Mora, de verde y oro: Dos orejas y oreja.

David Mora salió a hombros por la puerta grande.