El denominado carácter “torista” en una corrida de toros hoy en día en España, se entiende por anunciar en un cartel con un hierro de los denominados duros y en el que se anuncian tres toreros que, o bien son especialistas en estas batallas porque su carrera en el toreo encontró este dignísimo camino, o bien no tienen más remedio que matarla por la situación que el toreo les hace vivir, con la falta de contratos. El lugar donde se celebre puede ser, cualquiera, y el resultado de las mismas suele ser por norma general el del fracaso más absoluto, tanto en el resultado de la bravura mostrada por “el de los rizos negros”, como el del balance artístico o lidiador que los de luces consiguen demostrar. Ayer, Piedrabuena fue testigo de una de estas tardes.

Yo no digo que la afición de Piedrabuena tenga mayor o menor nivel cultural sobre el toro, sobre su comportamiento, ni sobre la lidia, ni sobre nada. No seré yo quien lo critique, porque Piedrabuena tiene una afición que acude a la plaza a divertirse y a disfrutar de nuestra fiesta brava (aunque hoy lo de bravo no se pueda decir muy alto) y eso hay que cuidarlo. Pero si diré mi opinión, según lo visto hoy en su bonita plaza de toros. Piedrabuena no necesita en el cartel de toros de sus fiestas, un hierro legendario, ni torista, ni de ningún encaste minoritario para atraer a la gente, ni para satisfacer ninguna necesidad en éste sentido, porque entre otras cosas, al final quieren ver torear, y acuden a la plaza a ver ese lucimiento de hoy en día en la muleta, que los toreros corten las orejas y pare usted de contar. Protestan que se ponga al toro de largo, no les gusta que les peguen en varas, etc.… Por lo tanto creo que con una corrida digna de presentación para su categoría, y que se mueva en los tres tercios a favor de generar espectáculo, la gente será feliz, y aquí, es el espectáculo que demandan.

Los seis de Dolores, a excepción del sexto, salieron berreones, sin emplearse en el capote, dejándose pegar en varas simplemente y saliendo de allí sin querer saber nada, buscando las querencias desde la salida, apretando en banderillas, con embestidas que nacían de la nada, con el sello del arreón sin estilo, y en la muleta el resultado de todo lo anterior; sin pasar, sin entrega, con las caras a media altura, reponiendo, con peligro sordo y sin querer embestir hacia delante, salvo un Burgalés, que saltó en sexto lugar para borrarnos a todos de los labios, el sabor tan amargo que provoca la mansedumbre.

El primero del lote de Emilio fue un toro que tomó tres puyazos de Ramón Flores, fuertes, empujando sin estilo con un pitón y dejándose pegar. Se apagó en la muleta y aquello no tenía mejor solución que el buen espadazo de Huertas. Tras cinco capítulos parecidos a éste de Emilio con su primero, salió en sexto lugar, el único caramelo de Dolores Aguirre que hoy pudimos saborear. Un toro que desde salida permitió el toreo y eso hizo el de Santa Cruz, ¡torear! Ganó terreno a la verónica echando la “pata alante” y bajando las manos, para asombro de todos los allí presentes, porque la corrida hasta ese momento había pesado una tonelada de desidia. “El Turuta” puso la vara en el sitio y en un puyazo, hizo sangrar lo necesario al de Dolores. José Otero, formidable con el percal durante toda la lidia, y Esperanza y Valladar cumpliendo en banderillas. Cuando toro y torero quedaron solos, surgió el toreo, la faena de Huertas, fresquita en su comienzo pronto tomó vuelo en dos tandas por el derecho que llegaron mucho al tendido por la emoción de ver someter una embestida con transmisión, con recorrido, humillada, y que en definitiva provocaba la siempre esperada emoción que despierta el toreo. Huertas, poderoso con la derecha, cambió a la zurda, por donde lo ve muy claro y por donde hizo deslizarse a Burgalés con temple de mano baja. Tras esa primera tanda, vino otra con dos naturales enormes, embarcando la embestida adelante y sacando la muleta por debajo de la pala del pitón para ligar con otro sensacional. ¡Cumbre!. Volvió al derecho y redondeó los muletazos del comienzo con dos series cortas, rematadas con pases de la firma y trincherazos que hacían romper ese olé fuerte del toreo eterno. Después vinieron momentos de menos brillantez cuando parte del público pidió el “famoso indulto”. Quizá este hecho hizo que Huertas perdiera la concentración. Dos pinchazos y una media, más un descabello, no consiguieron enfriar una plaza que por fin había disfrutado viendo torear. Doble trofeo para el torero de Mudela.

Fernando Robleño que sustituía a Manuel Escribano, con su primero tan solo pudo demostrar el temple por el pitón derecho en las pocas opciones que le dio el que abría plaza. Terminó en toriles, con las dificultades lógicas de las querencias y de la mansedumbre. A base de agradar y de matarlo de buena estocada al segundo intento le cortó la primera oreja de la tarde. Su segundo no tuvo condiciones tampoco para que Fernando demostrara el buen hacer con estos hierros, y con el oficio y valor que le caracteriza. Otro toro que pesó mucho en la muleta al que pasaportó de una estocada tras dos pinchazos.

Antonio Joao Ferreira, tiene un buen concepto y apuntó maneras como ya lo hizo en La Solana donde cuajó una tarde interesante. Hoy con un lote casi imposible volvió a estar digno el torero lusitano, que intenta en todo momento hacer las cosas por el camino de la verdad. Su primero se terminó echando antes de entrar muy a matar, dificultando la labor, y su segundo se terminó rajando por la vía del genio en la muleta, sin querer hacer gala de la mínima entrega que lució en los inicios, donde Ferreira movió los brazos bien con el percal, realizando lo más destacado de su actuación.

Plaza de Toros de Piedrabuena. Más de media entrada. Calor soportable.
Toros de Dolores Aguirre, mansos en los primeros tercios, dejándose pegar en los caballos, sin emplearse en la muleta, sin raza y descastados. El sexto un gran toro, premiado con la vuelta al ruedo.
• Fernando Robleño (Blanco y oro con remates negros): Oreja y ovación
• Antonio Ferreira (Blanco y oro): Palmas y oreja
• Emilio Huertas (Azul marino y oro): Silencio y dos orejas.
Saludaron en banderillas José Otero y Diego Valladar en el tercero, y Ángel Otero tras parear al cuarto.

Crónica: Víctor Dorado Prado. Fotos: Manuel del Moral Manzanares