Víctor Hernández resultó triunfador numérico del festejo clasificatorio, donde Carlos Aranda e Ignacio Olmos hicieron méritos más que suficientes para acompañarle en la gran final de este domingo.

“Villa de La Solana” es el nombre que recibe la primera edición del certamen de novilladas de la localidad que ha sido históricamente referencia en el cultivo del azafrán, el cual se remonta al siglo XVIII. La Solana, es uno de los puntos señeros de la provincia con referencias taurinas, que superan el centenar de “julios” ya que son las fechas tradicionales en las que la localidad celebra sus fiestas en honor a Santiago y Santa Ana.

Hoy me satisface hacer mención a la puntualidad con la que se hicieron presentes la pareja de alguaciles sobre el ruedo solanero, quizá la presencia de las cámaras del canal autonómico, tendrían mucho que ver.

El aspecto de los tendidos del coso reinaugurado en junio del 96, presentaba un buen aspecto, pudiendo clasificar de tres cuartos de plaza sobre el aforo permitido.

La novillada de Valdemoro resultó variada en general, con novillos que se movieron sin más, como el segundo, algunos que tuvieron cierto ritmo como el primero bis, y otros muy vacíos de contenido como cuarto y sexto.

Entre las tinieblas de la tremenda “polvisca” se abrió de capa Carlos Aranda, jugando bien los brazos al que abría plaza, que tras perder las manos en varias ocasiones fue devuelto a los corrales. En su lugar salió un ofensivo novillo que acudió con genio a los capotes en los primeros tercios. En el trance del caballo recibió varios puyazos en uno, alguno de ellos demasiado defectuoso en su colocación.

Tras el brindis al respetable comenzó el daimieleño su faena por el lado derecho del animal, llevándolo sin apretarle, confiando en una línea con la que consiguiera que el novillo rompiera hacia delante y se entregara, una vez desengañado y “metido en la canasta”. Tras dicho inicio apareció el “olé” rotundo del respetable en un cambio de mano por el izquierdo, que haría cambiar el guion por completo. Tras dicho “cartel de toros” de Aranda componiendo mucho la figura, vinieron momentos al natural donde apareció la conjunción, la belleza y la profundidad. Cambió por un momento el tono del cante, pasando de lo puro de la seguiriya flamenca, por lo animoso de la rumba que conecta rápido con el tendido, ahí apareció la experiencia de quien ya domina el escenario y la situación (el oficio). El epilogo con ayudados por alto devolvió al paladar el regusto de la torería. Con la espada encontró buen sitio al segundo intento, cosechando una oreja con petición de la segunda.

El albaceteño Cristian Perez saludó con un comprometido farol de rodillas a su oponente, que casi hace presa en el novillero, al que parecía cazar de inicio. El de Hellín quitó desde los medios por Saltilleras, para después abrir el compás con la gaonera del remate. Prosiguió por la senda del arrojo y el valor en el inicio de su faena, con el cambiado por la espalda, obteniendo los momentos más destacados de su actuación. La firmeza de plantas y el buen depósito de valor que posee el albaceteño conectó con el tendido, el cual le pediría la oreja, tras una estocada muy baja al segundo intento y dos descabellos. El presidente declinó la petición, la cual no fue del todo rotunda, más con las voces que con los pañuelos. El novillero dio la vuelta al ruedo, añadiendo una segunda por su cuenta.

El toledano Ignacio Olmos, vestido de “chenel y oro” se fue a la puerta de chiqueros con el tercero. El animal obedeció al mando que quiso desde el inicio imprimirle el de Urda. Tras un buen puyazo, quitó a la verónica, rematando con una gran media. El novillo no duraría demasiado, permitiendo a Olmos poderse entregar solo por momentos. Alcanzó los mayores vuelos de la faena con la mano izquierda, donde hilvanó varios naturales ofreciendo el pecho con mucha pureza, consiguiéndolo llevar hasta atrás; pena que el novillo se diluyera por momentos. La espada le quedó arriba, un pelín trasera y el palco se vio obligado a sacar el pañuelo de nuevo. Oreja con petición de la segunda.

El sevillano Daniel de la Fuente tuvo ante sí el novillo más deslucido de la tarde. Ya sus hechuras hacían albergar pocas esperanzas, muy despegado del suelo además de vareado. Jorge Fuentes, tras el recibo capotero, lanceó de manera magistral al novillo en una destacada actuación del sensacional torero de plata. De la Fuente tocaría pelo por la vía de la gran estocada en la yema, de efecto fulminante.

En el quinto episodio llegó el triunfo de la tarde, por parte de Victor Hernández. El de la escuela de Guadalajara obtendría las dos orejas de su oponente, un animal muy bien hecho que colaboró de manera suficiente para el triunfo de un novillero que dejó muy buena impresión. El concepto lo tiene claro, la pureza y el clasicismo, sin perder el arrojo y la garra que un novillero siempre debe dejar patente. Tras un quite por tafalleras, brindó su faena a Cesar Jimenez, y comenzó su faena por majestuosos estatuarios. Dicha postura erguida, hierática, y firme, pareció elegir los acordes del pasodoble dedicado a aquel “monstruo de Linares” pilar fundamental de la tauromaquia actual. Sonando “Manolete” corrió la mano Hernández con personalidad, con gusto, con mucha torería. Le dio el pecho para torear al natural, por donde se deslavazó en cierta medida la colaboración del utrero. La espada arriba para amarrar las dos orejas y el consiguiente pase a la final, del tirón.

El deslucido novillo que cerró plaza le correspondió a Jorge Molina. El animal salió curiosamente con la divisa prendida del hocico, dejando la imagen curiosa de la tarde. La actuación del novillero de Torrijos tuvo disposición, pero faltó contenido por parte de un animal que midió, se acobardó y fue a menos en todo momento. El espadazo en la yema y la espectacular muerte del novillo le haría cortar la que hizo sexta oreja, de una entretenida novillada clasificatoria, y correspondiente al primer certamen “Villa de La Solana” al que deseamos (¡ojalá!) larga vida en el tiempo.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares

Plaza de Toros de La Solana, Tres cuartos del aforo permitido. Tarde calurosa con agradable brisa.

Se lidiaron novillos de Los Ronceles, desiguales de presencia y comportamiento. Destacaron, primero bis, tercero y quinto, se dejó sin más el segundo y más deslucidos cuarto y sexto.

Carlos Aranda, de grana y oro: Oreja con petición de la segunda.

Cristian Perez, de nazareno y oro: Vuelta al ruedo tras petición.

Ignacio Olmos, de “Chenel y oro”: Oreja con petición de la segunda.

Daniel de la Fuente, de tabaco y oro: Oreja.

Victor Hernández, de cereza y oro: Dos orejas.

Jorge Molina, de azul y oro: Oreja.

Victor Hernández salió a hombros por la puerta grande. Resultaron elegidos finalistas del certamen los novilleros Carlos Aranda, Ignacio Olmos y Victor Hernández.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares