El daimieleño sale a hombros en tarde de poco contenido artístico. Un trofeo cortaron respectivamente Emilio Silvera y “El Galo”

Almodóvar del Campo celebró el segundo y último capítulo de su feria taurina, donde los tradicionales encierros mañaneros marcan el compás de unas fiestas patronales, que hoy pusieron el broche con la novillada picada en el coso de “las eras de Marta”.

Una novillada con el hierro de Villamarta, bien presentada pero muy deslucida en su comportamiento a excepción del interesante quinto, “Azafrán” de nombre, y premiado con una generosa vuelta al ruedo. La legendaria divisa onubense continua en la lucha de mantener un encaste particular, el cual se remonta en su historia a principios del pasado siglo, llegando a considerarse el de Villamarta como uno de los más cotizados en épocas gloriosas, por ejemplo un tal Manuel Rodriguez Sánchez “Manolete” fue uno de los toreros con predilección por el toro de Villamarta.

En la tarde de hoy la novillada no mostró demasiados argumentos para destacarla en su comportamiento, a excepción del quinto, que fue un novillo interesante por enclasado y bravo en la muleta. En el caballo cumplió sin más.

Carlos Aranda viene rodando cada vez con mayor inercia, mejor oficio y por lo tanto en mejoría hacia ese saber estar y medir los tiempos, elegir los terrenos y controlar la situación. Hoy en Almodóvar tuvo una tarde entonada con su lote. A su primero con el capote demostró cierta mejoría, ajustando más los embroques y queriendo torear con los vuelos, cargando más la suerte. Brindó a Roberto García Minguillán, una faena a la que llegó el novillo muy rajado, soltando la protesta con la cara suelta hacia arriba en cada muletazo. Sin estilo ni ritmo ninguno en su embestida. Aranda fue prendido al entrar a matar, quedando colgado del pitón, por suerte sin consecuencias graves. Escuchó silencio tras el fallo posterior con los aceros.

Ante el cuarto volvió a mecer bien los brazos de salida y en el quite. Lo puso con torería en el caballo y comenzó su faena exigiendo por abajo a un novillo que se terminaría pronto. Cuando se sintió podido por Aranda echó la persiana. Ya sin inercia en la embestida del animal se metió en el terreno de la corta distancia para enjaretar algún circular acompañado de relleno muletero hacia la galería. Más sabor tuvieron en el epílogo los ayudados por alto. Con la espada optó Aranda por citar al novillo, para aprovechar su inercia en la estocada, enterrando el acero en buen sitio que hacían rodar pronto al de Villamarta. Dos orejas.

Emilio Silvera pechó con un desrazado segundo de la tarde, con el que resultó cogido a la salida de unos muletazos, haciéndole hilo hacia la querencia del manso, escapándose de la cornada por los pelos. El segundo de su lote si le permitió lucimiento al sevillano, ya que el novillo fue el más destacado del encierro. Silvera eligió torear entre las dos rayas a un novillo que por su condición pedía sacárselo a los medios. Hubo ligazón en tandas por el lado derecho sin llegar a encontrar ese acople rotundo que otorgara profundidad a la obra. Al natural no encontró Silvera el sitio y en las postrimerías se le vio algo amontonado. La estocada al segundo intento encontró los blandos y el novillero paseó un trofeo.

“El Galo” puso a su tarde mayor voluntad que acierto en todo lo realizado. El mexicano apuesta por un toreo bullicioso desde salida, como demostró con la larga de rodillas en su primero para pronto recurrir a la chicuelina y demás revoloteos del percal. Con las banderillas anda desajustado, tanto en la ejecución como en la colocación de los pares. Intentó conectar con cierta parte del tendido donde las peñas compran el desplante, la rodilla en tierra y el repertorio de gestos hacia la galería. Estar en novillero no implica hacerle un monumento a lo vulgar, sino arrear y demostrar ese hambre de triunfo por la vía de la mayor verdad posible y por supuesto, intentando hacer el toreo como mandaron los cánones. En el que cerró plaza encontró el generoso trofeo tras un espadazo trasero y tendido.

Con el arrastre de “Fundaplata” que cerraba la fría tarde en Almodóvar, comenzó a ponerse el broche a la temporada de nuestra provincia, la cual daremos finalmente por terminada con el tradicional festival de Alcázar de San Juan el día 1 de Noviembre. Allí estaremos, si Dios quiere.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares

Plaza de Toros de Almodóvar del Campo. Menos de un cuarto de plaza. Tarde fresquita.

Se lidiaron novillos de Villamarta, bien presentados. Destacó el quinto, premiado con la vuelta al ruedo. El resto muy deslucidos por su falta de raza.

Carlos Aranda, de grana y oro: Ovación y dos orejas.

Emilio Silvera, de verde hoja y oro: Palmas y oreja.

“El Galo”, de celeste y azabache: Silencio y oreja.

Carlos Aranda salió en hombros por la puerta grande.