El diestro francés paseó dos orejas del notable tercero ante el que cuajó una de las faenas del año, templando la nobleza del mejor ejemplar de la tarde en Ciudad Real. Mientras, Morante cortó sendas orejas a los toros de su lote, alternando el toreo fundamental con destellos de pinturería; y El Juli desorejó a un manso ante el que tuvo que tirar de oficio para sacar lo que llevaba dentro. Tarde de contrastes y variada en sus registros.

Por Pedro Luis Calvillo.

Fotos: Manuel del Moral Manzanares.

En la variedad está el gusto. Dicen. Y el gusto fue ayer para los que se acercaron al coso de la calle Espino para ver torear a tres figuras del toreo y salir a hombros. Cada cual por su palo, hicieron que el público saliese dando naturales al aire al finalizar el festejo. Morante, que cortó una oreja a cada uno de su lote, dejó su sello de pinturería y toreo añejo, hilvanado con momentos de profundidad; El Juli, toreo de poder y capacidad, que le sirvió para inventarse un toro, el segundo de la tarde, al que desorejó; y un Castella templado y clarividente para cuajar una faena antológica al tercero de la tarde para pasear dos apéndices y, en el que cerraba plaza, tragar con el garbanzo negro de un encierro desigual de hechuras y comportamiento de Torrealta. Destacó sobremanera «Jerezano», herrado con el número 73, jabonero de capa y 514 kilos. De hechuras armónicas, cómodo de cara y en dechado de virtudes: ritmo, humillación y nobleza.

El cenit de la tarde llegó cuando apareció en el ruedo «Jerezano». Precioso de hechuras. Bajo. Reunido. De cuerna que cerraba sus puntas, pero que le abrían a Castella las puertas del paraíso del toreo. Ya desde el recibo de capa por verónicas, el diestro francés dejó claro el estado que atraviesa. Ve toro por todos lados. El de Torrealta descolgó enseguida y metió la cara en el percal con una cadencia al alcance de pocos ejemplares. Toro de lío se murmuraba en los tendidos. La duda quedaba en el nivel de fuerza que corría por sus venas. En el caballo se le midió y apenas se le señaló un puyazo trasero. Quitó «Le Coq» por ajustadas chicuelinas de mano baja como preludio de lo que iba a suceder en cuanto tomase la franela. Inicio de faena marca de la casa: cambiados por la espalda. «Jerezano» se vino de largo y algo cruzado, pero el galo no regaló ni un centímetro. Con la gente metida en la faena y deseando que el motor del toro no se apagase, Sebastián tuvo la sapiencia de dosificar al animal. Dejar tiempo entre tanda y tanda, pero, sobre todo, torear con suavidad y temple. Toques sutiles para no violentarlo. El jabonero embestía al ralentí y la muleta viajó siempre a una cuarta de las puntas de los pitones. Todo cadencia y suavidad. Ni un enganchón. Si bien, el viaje del toro fue más franco por la derecha, volcando la cara o, como se suele decir, haciendo el avión. Apoteósica fue la tanda en los medios antes de cambiar a la zocata. Por esta, el viaje del de Torrealta se quedaba más corto. Tuvo mejor embroque que final por este pitón. No obstante, nunca perdió la templanza. Ni toro ni torero. Con la tizona, un cañón. Estoconazo de efecto rápido que le sirvió para pasear dos trofeos. Llegándose a pedir el rabo.

Del mismo modo que le tocó el premio gordo con el primero de su lote, a Castella le tocó pechar con el manso geniudo que se corrió en sexto lugar. Emplazado en su salida, tuvo que ir en su búsqueda el torero. El animal pasaba de 0 a 100 en menos de 5 segundos. Arreones de manso. Todo mentira, como su pelea en el caballo. Así como que el toro tercero hubiera descubierto a un torero mediocre, este «Petenero» hubiera hecho pasar las de caín de no atravesar uno de los mejores momentos de su carrera. Inició la faena con doblones de castigo para atemperar las oleadas inciertas del manso y abrirle los caminos, pero ni con esas rompió para delante. Poco o nada destacable, salvo la firmeza de Castella, que no atinó con los aceros.

La tarde arrancó con otro jabonero. También bien hecho, aunque menos toro. Un auténtico zapato. Un zapato hecho a la medida de Morante. Sacó bien los brazos el de La Puebla por verónicas, pero la evidente falta de fuerzas del animal, no permitió más lucimientos. Lo mejor, la media arrebatada con la abrochó el saludo capotero. El toro nunca acabó de humillar, por lo que Morante tuvo que componer siempre a media altura. Consiguiendo acoplarse con las suaves acometidas de «Cantaclaro». Ofreciendo el medio pecho, acompañando con la cintura y, por momentos, abandonándose con pies atornillados en la arena. Al natural, se emborronó la obra. El animal soltaba la cara y el sevillano no lo terminó de ver claro. Epílogo de faena torerísimo. Ayudados por alto cadenciosos y armónicos. Únicos. Una tauromaquia en peligro de extinción. Estoconazo de esos que de vez en cuando pega. Oreja en el primer acto. Con el cuarto, un toro negro que enseñaba las puntas por delante, Morante no pudo desplegar su toreo de capa. Apenas unas verónicas enganchadas entreveradas con delantales. El animal, que fue alegre al caballo, pero no empujó. Siempre mejor por el pitón derecho. Con una mano sujetando la primera tabla de la vetusta barrera, comenzó Morante la faena de muleta con unos pases por altos, que fueron el prólogo de la reminiscencia del toreo sobre los pies de primeros del S.XX. Molinetes arrebatados. Propios de las filmografía del GAN. Así se sacó el toro a los medios. Momentos de toreo fundamental y profundo, con incrustaciones de pinturería. Reuniendo retazos de todas las tauromaquias del pasado con la moderna. «Madrileño» tuvo temple por el derecho, aunque no terminase de descolgar, y siempre había que ganarle el paso para que no huyese. Por el izquierdo, más bruto. De nuevo, cuadrar con ayudados por alto y se cobrar una gran estocada. Oreja para acompañar a sus compañeros a hombros.

El Juli sorteó el lote con menos opciones de la tarde. Lo cual no óbice para que ante su primero, de nombre «Brincador», se pusiese el mono de faena e inventase un toro de triunfo. El burel apenas humilló y dentro de su bondad, tiraba el derrote al final de muletazo. A base de sobar, el de Velilla se metió entre los pitones para sacar estimables muletazos. De mayor metraje de los que estaba dispuesto a dar su oponente. La faena incrementando en intensidad, para satisfacción del personal, que vio como el triunfador de 2014 estaba sacando faena a un animal soso y de poco fondo. La espada entró entera, aunque un punto travesada. El quinto fue un animal ayuno de casta y contenido. Se paró en la primera tanda sin posibilidad alguna de lucimiento. Lo intentó El Juli, pero fue como predicar en el desierto. Para colmo, dio un mitin con la espada.

Así todo, interesante tarde en la que brilló con luz propia el sensacional momento que atraviesa Sebastián Castella, que supo afinar su muleta para registro interpretar el toreo cadencioso ante el tercero; y el toreo claro y robusto ante manso que cerró la tarde.

FICHA DEL FESTEJO:

Ciudad Real. 1º de la Virgen del Prado. Toros de Torrealta, terciados, desiguales de hechuras y comportamientos. Destacó el 3º, noble, humillador y repetidor. 1º y 4º, manejables. 2º, manso que mejoró con el paso de la faena. 5º, soso y sin fondo. 6º, manso con genio. Casi lleno en los tendidos en tarde soleada y temperatura agradable.

  • Morante de La Puebla, de verde olivo y oro, estocada (oreja); estocada (oreja).
  • Julián López «El Juli», de azul cielo y oro, estocada travesada (dos orejas); tres pinchazos y estocada (palmas).
  • Sebastián Castella, de azul noche y oro, estocada (dos orejas); pinchazo y media estocada (palmas).