Cualquier intento de contar, narrar, describir o explicar lo que hizo Víctor Dorado en el Pregón Taurino de Ciudad Real este martes será en vano. Así lo siento y así lo escribo. Vaya el aviso por delante. Porque los toros son en la plaza, y el pregón fue en el Antiguo Casino, en su “muy torero salón” como quedó descrito. Los que allí estuvimos lo vimos, y para los que no siempre quedarán las redes y los vídeos. Que sí, pero que no es lo mismo. Insisto, los toros son en la plaza, y en el casino fue el pregón, donde por cierto no cabía un alfiler. Acudíamos todos con expectativas altísimas, las que merecía el Sr. Dorado Prado. Pero por muy altas que fueran no hubo quien no las viera superadas, pongo la mano en el fuego, hasta el punto de resultar inenarrables las emociones allí vividas. Allí quedaron. Dos segundos después de que Víctor sentenciara el postrero “he dicho” no había un alma sentada en el salón. Atronaba la ovación.

Dorado, hombre querido por muchos en su Ciudad Real del alma, quiso hacer un pregón en el “que mi voz sea la voz de ustedes”. Ahí quedó su aviso, y ¡vaya si lo fue! Podría hablarles de cómo estructuró magistralmente su pregón, de la brillante pluma con la que lo escribió, de la raza y torería con la que lo leyó, de qué y de quién habló… Pero créanme, sería en vano el relato. A veces, de tanto manosearla, hacemos de menos a un sentimiento tan humano y necesario como la emoción. Pero quienes estuvieron en el pregón firmarán debajo si remato por toda descripción que fue emocionante como nunca antes.

Hubo en el atril un aficionado ejemplar, un apasionado del toreo, de la tauromaquia, de nuestra Fiesta en definitiva. Hubo un tío firme, sincero, comprometido y entregado. Esa pudo ser la clave. Víctor Dorado Prado se entregó a su gente, a su tierra, siempre puesto en manos de su “Morena del Prado”. A ella se encomendó de principio a fin, para Ella fue su pregón. Cofrade insigne, atado por vete tú a saber qué fuerzas a Sevilla, a nuestro sur, dejó entrever en sus maneras ese espejo, ese río que calma su sed. Pero eso sí, con toda la hondura de nuestra Mancha, de nuestra llanura. Fue un pregón fuerte, y muy sereno. Inigualable.

“Los que niegan la libertad a otros, no la merecen para ellos mismos”. Con esta sentencia casi recién comenzado el pregón arrancó la primera ovación, la primera de muchas, perdí la cuenta. No fue para menos. Supo medir los tiempos y el tempo, que no es lo mismo. Supo dar a cada frase, a cada párrafo, a cada poesía y a cada silencio, su tono. Víctor toreó con la voz para emocionar. Quiero imaginar cómo debió sentirse.

Y de fondo, Ana Beatriz Tejado Castillo. ¡Qué gran acierto, qué gran regalo! Al piano, los dedos de Ana seguían la partitura de la voz de Víctor para cuajar de pitón a rabo cada pasaje, cada argumento. Decía Juncal a Búfalo que la muerte del toro es “solemne”. Qué maravilla ese “Manolete” solemne de fondo para poner alma al toro bravo, al “rey de la Fiesta, de la dehesa y de España”. Y qué me dicen de ese “Gato Montés” para gritarle a Michelín, Chamaco y Riverita que “dejen de contarnos lo bien que anda Reina Rincón” allá en los cielos. “¡Cuánto duele este sueño que trae la imaginación!”, se lamentaba Dorado. De traca esos “Suspiros de España” sublimes para homenajear de la manera más bonita que las palabras puedan pintar a los aficionados del Coso de Pérez Ayala. Y para gozar esa sutileza del “Orobroy” de Dorantes en las peticiones de Víctor a su Jefa. Ya lo dije antes, la Virgen del Prado presente de principio a fin. Fue un pregón muy de Ciudad Real, y para Ciudad Real, donde estuvieron todos, los que están y los que no. Fue un pregón inolvidable. Se hablará.

Va mi admiración y felicitación, sincera y emocionada, para Víctor Dorado, especialista ya en hacer nudos de garganta. Acabó con el cuadro. No le arriendo las ganancias al elegido o elegida para pregonar la Feria Taurina de la Virgen del Prado de Ciudad Real 2020. Y mi enhorabuena al Ateneo Taurino de Ciudad Real por el acierto en la elección, y por la magnífica organización del acto. Un pregón ejemplar. Así se hace afición. Y felicitaciones de igual modo a Juan Luis Huertas, profesional ya en la labor de pregonar pregoneros, tan apasionado y acertado como de costumbre, sin dejar de superarse. Fue una noche bonita, muy bella, con el toreo por bandera. Más no se puede pedir.

Crónica Álvaro Ramos.

Fotografías Jesús Monroy.