Destaca la actuación del colombiano Juan de Castilla ante un encierro de Miura que decepcionó por su juego. El quinto saltó al callejón en dos ocasiones.

Casi seis años hacia que la legendaria ganadería de Miura no se anunciaba en Las Ventas. Los de la divisa verde y negra en Madrid y verde y roja en el resto de la geografía no fueron como todos esperábamos en función de la expectación que habían despertado, de presentación irregular, algunos hasta fuera de tipo, desrazados, flojos, moviéndose con dificultad, sin entrega alguna, y no hablemos de humillación, eso no iba con ellos y con una diferencia en la báscula que nadie entendía, después de tanto tiempo sin pasar por estos lares no era la presentación más idónea de los de la A con asas en la primera plaza del mundo. La procedencia primigenia de Cabrera en algunos ni aparecía pues hubo toros que si los hubiéramos visto en el campo sin marcar seguro que habríamos apostado por que no eran de Miura y con esos mimbres pocos cestos se pueden hacer.

La corrida tenía tintes de internacionalidad y por eso en algunos de los tendidos se pudieron ver aficionados portando banderas de Colombia y Venezuela, de España las habituales, las que cuelgan de las barandillas de los balconcillos y de las de las gradas y andanadas.

A las siete en punto de la tarde Don Ignacio Sanjuán Rodríguez saca el pañuelo blanco para que después de que los alguacilillos realicen el protocolario despeje de plaza se inicie el paseíllo, por cierto, perfectamente alineado encabezado por el murciano Rafael Rubio Rafaelillo, el colombiano de Medellín Juan de Castilla y el venezolano de San Cristóbal Jesús Enrique Colombo.

Le corresponde al murciano del barrio del Carmen el “abreplaza”, un toro grandote y largo además de alto con gran amplitud de sienes cosa esta poco habitual en estos animales y que acomete al capote echando las manos por delante y con mucha acometividad, situación que resuelve el matador a base de moverse sobre las piernas y aun así se lleva el capote por delante haciéndole girones pues luce el toro una encornadura larga y astifina. Tras pasar por el caballo demuestra que está con las fuerzas justitas lo que acentúa en el tercio de banderillas.

Con la muleta no hay forma de hacerle moverse, imposible, parece un toro de Guisando, vaya un marmolillo en toda regla, nada que no se mueve a pesar de la insistencia del murciano y ante lo cual la faena se define rápido, ni un muletazo, es imposible, espadazo entero al cuarto intento y toro listo para el arrastre. Silencio.

Al abrir la puerta de chiqueros para que salga el cuarto de la tarde lo que aparece es una auténtica máquina del tren mirando siempre a los aficionados que ocupan las localidades de la barrera cuando Rafaelillo le ofrece el capote acometiendo al peto del caballo que monta Agustín Collado con la cara alta aunque empujando, parece que vamos a ver algo interesante cuando el diestro coja la muleta.

Inicia su labor muletera Rafael ayudando al toro en las embestidas aunque este pierde las manos, pero a pesar de regalar solo medias embestidas el torero se muestra muy seguro e incluso relajado en una serie de derechazos colocado perfectamente entendiendo lo que el animal necesita aprovechando la inercia de las acometidas del toro. Una segunda serie de igual trazo parece vislumbrar que algo interesante puede pasar pero cuando se echa el matador la muleta a la mano izquierda el Miura acepta el reto con menos interés y al rematar la serie echa la persiana de forma definitiva. Machetea el del barrio del Carmen por la cara al toro pero ya este apenas se mueve. Tan irreprochable es la actitud del torero como tampoco lo es su entrega y profesionalidad lo que el público agradece haciéndole salir a saludar una ovación cuando de estocada entera casi en lo alto cobrada con riesgo y habilidad hace caer al toro en una bellísima estampa de muerte.

Se hace presente Juan de Castilla, que venía de tierras galas de matar hoy mismo una corrida vespertina para encargarse de la lidia y muerte el segundo de la tarde, un toro veleto, agalgado, el de menos peso de la corrida y al que el colombiano recibe con verónicas observando que los cuartos traseros no funcionan coordinados con los delanteros al dejarlos atrás en sus acometidas, justito de fuerzas se le ve.

Con el público un tanto a su favor por la gesta de matar dos corridas el mismo día, cosa que se le agradeció por un sector de los asistentes al festejo haciéndole saludar una ovación al finalizar el paseíllo.

Ya en el tercio de muleta el de Medellín realiza un inicio sobre la mano derecha al toro que embiste con prontitud desde la media distancia pero que en cercanías demuestra falta de fuerza para seguir el engaño. Mejor el pitón izquierdo que el derecho por donde deja los mejores detalles de su labor muletera aunque con poco ajuste y acabando con una serie con la derecha un tanto más templada y cuya virtud principal ha sido el no dejarse enganchar los engaños durante toda le faena. Dos pinchazos preceden a una estocada baja de colocación tras recibir un aviso presidencial. Silencio.

El quinto siembra el pánico en el callejón en los primeros compases de su presencia en el ruedo, embiste con las manos en el capote cuando definitivamente deja el concurso de saltos y empuja con fuerza en su primer encuentro con el piquero de turno.

Con la muleta Juan conduce las embestidas del animal con temple pues los embroque no son malos lo que aprovecha el colombiano para llevar muy toreado al de Miura. Tiene importancia la labor del torero pero aun tendría más si se lo pasase un poquito más cerca lo que hace que la repercusión en los tendidos no sea la deseada pero ha tenido pasajes muy interesantes sobre todo los largos pases de pechos de buena factura. Entra a matar con rectitud el matador y consigue una estocada un tanto desprendida que da con el toro en la arena. Digna, muy digna actuación de Juan de Castilla que recibe como recompensa la ovación del respetable.

Al tercero de la tarde lo recibe Colombo con verónicas, mejores de ejecución por el pitón izquierdo. Es un toro de lomo rectilíneo muy colocadito de cara al que el torero realiza un quite por chicuelinas a la salida del primer puyazo en el que se deja pegar sin más. Se hace cargo del tercio de banderillas el propio matador y aunque da ventajas al toro en su encuentro deja un tercio en el que ninguno de los pares cuadra con el animal, a pesar de ello hay parte del público que se pone en pie para aplaudir. Lo que decimos en mi sector que cada uno amortiza el precio de su entrada como quiere.

Se distancia Colombo en los primeros compases de su labor con la muleta y las arrancadas del toro tienen transmisión lo que aprovecha el torero para, por inercia, dar una serie de muletazos con la diestra pero que son difíciles de repetir cuando la inercia del animal se va perdiendo. Muletazos con la zurda de uno en uno en la media distancia en la que algunos podríamos exigir algo más de quietud de pies al de San Cristóbal. Muletazos por bajo preceden a una estocada demasiado baja que necesita de varios descabellos después de recibir un aviso. Silencio.

El sexto es el toro de más peso de la corrida, un toro que hacía honor a las láminas antiguas de la ganadería, largo como un día sin pan, cuello largo y de apariencia que daba pavor.

Embiste también con las manos por delante al capote y va de largo a las huestes montadas metiendo la cara abajo. De nuevo se hace cargo de los rehiletes el venezolano pero el tercio resulta muy deslucido a pesar de intentar hasta cuatro pares de banderillas pues no hay una embestida igual en ninguna de las ocasiones.

No se entrega para nada en los primeros compases con la muleta pues se queda siempre a mitad del recorrido y exige mucho al de Venezuela que no puede conseguir ningún tipo de ligazón y siempre con la cara por las nubes el animal. Tira de oficio el torero pero de nuevo hay falta de dejar las zapatillas quietas, no obstante la pulcritud es la nota dominante en su faena. Pinchazo y estocada acaban con el sexto de la corrida. Aviso y silencio.

Esto es lo que a mi juicio ha acontecido esta tarde en el coso venteño, muy por encima la actuación de los toreros de lo que han tenido delante y decepción en líneas generales de los que pastaban en Zahariche.

Mañana descanso pero el martes tenemos novillada y por lo tanto espero que sea más y mejor.

Crónica: Tomás Mata Menchero

Foto: © Alfredo Arévalo (Plaza 1)

Plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Noveno festejo de la Feria de San Isidro. Casi lleno en los tendidos. Toros de Miura, de juego desigual.

• Rafael Rubio «Rafaelillo»; silencio y ovación.

• JUAN DE CASTILLA; ovación tras aviso y ovación.

• Jesús Enrique «COLOMBO»; silencio tras aviso y silencio tras aviso.

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