El pasado mes de febrero nos adentramos de nuevo en la casa ganadera de la familia Gallego para vivir una de las jornadas más bonitas del trabajoso día a día que supone la cría del toro bravo, en este caso, el herradero.

La familia Gallego lleva por sendas paralelas los dos hierros de la casa, que año tras año arrojan en su paridera un interesante numero de becerros que tras el herradero pasan a formar parte del libro genealógico de la ganadería. En el caso de la familia Gallego se herraron en la jornada del pasado 10 de febrero animales con el hierro de Javier Gallego (pura procedencia Veragua) así como de la vacada más joven de la finca, que los hijos de Javier, Macarena y Enrique moldean y llevan a cabo con el hierro de Toros del Ojailén (procedencia Las Ramblas-Ramón Carreño).

La mañana se presentó luminosa y soleada en las faldas de Pulido, donde comienza la llanura del Valle de Alcudia, al sur de la provincia de Ciudad Real. La sencillez y la humildad en esta casa se palpa desde que recibimos el saludo mañanero de Macarena y de su madre Rosa, quienes a parte de tener el detalle de invitarnos a vivir esta faena de campo nos brindan toda su amabilidad y cercanía, lo cual hace todo mas sencillo para disfrutarlo y poderlo compartir a través de estas líneas y este maravilloso reportaje grafico que sabe captar como nadie el director y fotógrafo de este espacio taurino.

Tras el ratito de conversación con los presentes, entre los que se encontraban grandes amigos, profesionales del toro y buenos aficionados nos ponemos manos a la obra y nos intentamos acoplar en la tarea, sin suponer un estorbo para la misma, es más, echando mano y aprendiendo de ellos, lo que supuso un privilegio para nosotros. Huele a leña de encina junto al calor de los hierros que Jacinto y Marcial tienen a punto, en un amplio corral donde se va a llevar a cabo la jornada, el sonido del gas butano proyectando calor al armario de forja donde el hierro se llevara a un estado candescente le pone un fondo ineludible a la mañana. En el cemento de los chiqueros suenan las pezuñas de los que hoy recibirán su marca ganadera por la que serán reconocidos y reconocidas en el caminar de su bravura, unos hacia la lidia en los ruedos en novilladas o corridas de toros y otras hacia la lidia en el ruedo de “Pulido” para su examen y tienta que verifique el pasaporte a la cría y reproducción dentro de la ganadería, todo está dispuesto…

En las amplias corraletas y los generosos chiqueros de los que dispone “Pulido” se encontraban ya apartados los machos y las hembras de cada hierro en cuatro lotes. El veterinario que implica obligatoriamente la faena toma una detallada reseña del pelo del animal, que junto al número y al guarismo harán a cada uno de ellos un animal único en la explotación. Todo el mundo en sus puestos, el sol marcaba una hora perfecta para el comienzo y lo demás fue sucediendo así…

El buen aficionado y fotógrafo taurino que apunta maneras Francisco Moreno “Paquillo” fue dando puerta uno a uno hacia “la manga” (pasillo de aproximadamente un metro que conduce al cajón, donde los animales quedan sujetos para recibir las marcas). La afición valenciana representada por Vicente Ruiz y D. Luis Castellanos ajustaban la pared del habitáculo para inmovilizar a la fiera. Acto seguido el amigo Hilario Arévalo abría las partes del cajón que permiten acceder con los hierros. En las orejas Fidel hacía las señales que identifican a cada divisa. Los primeros hierros de la mañana vienen de mano de los ganaderos, quienes comenzaban a dejar marca de las distintas señales que por norma general suelen ser cuatro: el guarismo (última cifra del año ganadero en que haya nacido el becerro) que se sitúa en la paletilla, un número identificativo único para cada animal situado en el costillar, la marca de la asociación ganadera a la que pertenezca la ganadería en cuestión y el hierro identificativo de la ganadería. Estos dos últimos hierros van situados en la parte trasera del animal, uno en la parte baja del anca y el otro en la llana o solana (parte superior del miembro posterior). Esta colocación depende de cada ganadería, si bien en la zona del sur el hierro de la ganadería suele ir abajo y en la zona de Salamanca suele ir el hierro arriba. Todas estas marcas a fuego van en el mismo lado del animal, que suele ser el derecho (salvo excepciones como la ganadería de Baltasar Ibán donde se hierra en el lado izquierdo).

D. Javier Gallego colocó los hierros de su vacada veragüeña y sus hijos pusieron los del Ojailen a los suyos, incluso la jefa de todos, la señora Rosa se animó a ponerle el hierro a alguno de los animales. Es bonito ver como esta familia transmite la ilusión por los sueños ganaderos con sus animales y se desviven día a día movidos por una grandísima afición a la que imprimen un sello de romanticismo que huele a toro bravo.

También fue importante la labor del resto de “la cuadrilla”, El incombustible y apasionado de este mundo Diego Ortega, quien hizo de todo, herrar, sujetar becerros, e incluso hacernos el quite cuando alguno de ellos se nos arrancó tras abrirle puerta; la que fuera novillera y cada día mas aficionada Verónica Ruiz, que no se quedó atrás herrando y aplicando el aceite a la marca para que el cicatrizado sea más eficiente; el buen torero de plata José Antonio Prestel, dando el relevo a todos en todas las diferentes funciones, el taurino Jacinto Salazar, la aficionada Eva María Masías con los suyos, la familia Usero siempre cordiales y fieles seguidores de la ganadería, así como un numeroso grupo de amigos que colaboraron durante el herradero y entre los cuales daba gusto encontrarse. El también ganadero de bravo José Ignacio de la Serna, vecino de finca de los Gallego y amigo de la casa, entablaba conversaciones taurinas junto a Javier Gallego que le ponían un trasfondo de sabiduría inmejorable a la faena. Así durante varias horas hasta que todos los animales quedaron herrados. Con la tarde asomando ya por el Oeste de Pulido, donde el sol se comenzaba a despedir, compartimos en hermandad un guiso de carne de toro (como no podía ser de otra manera) que literalmente bordó la buena mano cocinera de Ramón.

Tras reponer fuerzas al calor del fuego en los bajos del palco de la plaza de tientas se procedió a soltar una becerrita de veragua, que resulto extraordinaria y la que nos permitió el lujo de ponernos delante a todo aquel que quiso experimentar esa única y maravillosa sensación que es torear, y de dicha forma poner la guinda a un magnifico día de herradero en “Pulido”, de la mejor manera posible.

Eternamente Gracias.

Texto: Víctor Dorado Prado

Fotos: © M. del Moral y V. Dorado