Victorino acompañó a hombros a una terna compuesta por Rafaelillo, Joselito Adame y Rubén Pinar.

La seria corrida de Victorino vino en Daimiel a superar el más que interesante encierro del pasado año, manteniendo un tono de emoción y variedad de comportamientos durante todo el festejo, que hizo a buen seguro que nadie saliera indiferente de la plaza, ni nadie se aburriera durante casi tres horas con una carga importante de matices, emociones y detalles que debieron servir en bandeja el disfrute del aficionado.

Los cárdenos hicieron de las suyas, variados en su comportamiento, como si se tratase de una demostración de matices y dificultades para pedirles el carnet, las credenciales, los datos bancarios del oficio, y todos los avales de riesgo que tuvieran a mano para tirar de las embestidas del primero, comprender la transmisión humillada del segundo, impulsar y centrar al tercero, apostar y hacer que rompiese el cuarto, aguantar y tragarle al encastado quinto y medir, templar y pulir las complicaciones del sexto. Todo ello ante la seriedad del trapío del Victorino de plazas como Albacete o Madrid.

Rafaelillo cuajó una muy seria actuación, demostrando el dulce momento que atraviesa. Es el Rafaelillo dominador que siempre ha sido, pero el murciano tras aquello de Pamplona, es más Rafaelillo que nunca y eso además se aprecia en los toreros, cuando están y cuando no están. Al primero le pudo de salida con mucho gobierno por abajo, para después en la muleta consentirle mucho por el derecho y llevarlo sensacional por donde mejor embistió, que fue por el izquierdo. La tarde empezó a ponerla cara el “murcianico”. La espada viajó desviada haciendo rodar a “Herejote” de manera efectista para el doble trofeo. Ese mismo “doble laurel” llegaría a manos de Rafaelillo a la muerte del cuarto, al cual recetó un volapié con la V de la verdad y el valor como principales adjetivos referentes a su ejecución. Lo que viene siendo como una vela se fue tras la espada, que cayó algo tendida. Antes sonó el pasodoble Dávila Miura para aportarle belleza a una faena donde la tremenda seriedad del toro se encontró con todo un decálogo de conocimiento por parte de Rafaelillo haciéndolo embestir con la velocidad que su muleta indicó. Hasta Emilio de Justo, presente en un burladero del callejón, se puso en pie por la importancia del momento y el esfuerzo del murciano.

Y de Murcia a Albacete por la misma senda de la importancia y la seriedad, la que ofreció Rubén Pinar una vez más en Daimiel, tras el rotundo triunfo del pasado año. El albaceteño, vestido de Canela/Dámaso y oro instrumentó un recital de virtudes y capacidad tremendo. Pinar tiene un aplomo ante estas corridas que merece la pena analizar, ya que además tiene el temple y el empaque necesario para que aquello maride y funcione. Su primero, lo brindó a Emilio de Justo. Este fue el de menor humillación del encierro, y al que compuso una faena de arreglos y medida en lo referente a alturas e impulsos desde una muy buena colocación, lo que le hubiese servido para desorejarlo de no ser por el acero. Al que cerró la tarde lo envolvió en un mundo de recursos que hicieron limar y corregir las dificultades para torear profundo, largo, de manera sensacional y consiguiendo a través de los vuelos y la confianza en sí mismo, torear encajado a un Victorino que no admitía el más mínimo error. Un soberbio espadazo mandó a “MedioPelo” a la lona. Dos orejas.

Joselito Adame quizá pronunció peor el idioma que sirve para entender y poderle a uno de Victorino, como el encastado segundo de la tarde. “Palmireño” humilló con transmisión y quizá requirió que le engancharan más adelante y llevarlo de esa forma más dominado. La muleta retrasada del hidrocálido dejó lo bueno del combate solo para la parte final, donde Joselito varió los embroques y los terrenos consiguiendo un mayor acople. Oreja sin demasiada enjundia. Ante el quinto dejó un poderoso saludo a la verónica, flexionando la pierna de salida. La faena se desarrolló de menos a más por parte del torero, viniendo de nuevo al final los mejores momentos al natural, de manera muy templada y con ese compás templado y despacioso del acento mejicano.

Las cuadrillas a pie, tuvieron una gran tarde también ante la corrida, destacando Fernando Sánchez, montera en mano una tarde más, poniendo en pie al respetable tras un par inconmensurable al quinto, asomándose al balcón de una forma tremenda y saliendo de la cara apoyándose en los palos de manera magistral. El mismo Sánchez protagonizó un excelente quite de riesgo cuando “Lipi” parecía ya cogido en un comprometido par de banderillas. La templada brega de Joselito Rus imprimió suavidad y orden al tercero. A caballo se picó con mayor voluntad que acierto, cayendo muchas puyas en los blandos y en partes muy traseras donde se daña mucho a los animales.

Felicidades a Daimiel, por el setenta aniversario de una plaza que parece afianzarse de la mano de Tauroemoción, por la senda de espectáculos donde la emoción de la bravura y la capacidad de los toreros hacen que la afición marque la cita en sus particulares calendarios taurinos como cita ineludible, ¡enhorabuena!.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares

Plaza de Toros de Daimiel. 2/3 de entrada en tarde agradable.

Se lidiaron toros de Victorino Martín, serios, con trapío y presencia por encima de la categoría de la plaza. Destacó el sexto por completo en una tarde de variedad de comportamientos sobre los que predominó la casta y el interés.

Rafaelillo, de purísima y oro: Dos orejas y dos orejas.

Joselito Adame, de gris plomo y oro: Oreja y oreja

Rubén Pinar, de canela y oro: Oreja y dos orejas.

Los tres toreros y el ganadero salieron a hombros por la puerta grande.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares