Destaca la actuación de un macizo Joaquín Galdós, ante una tarde triunfal junto a Antonio Ferrera y Carlos Aranda. “Quesero” de Pablo Mayoral se llevó la tarde en el aspecto ganadero.

Ante las sierras que marcan el curso del Rio Guadiana se ha celebrado el tradicional festejo taurino que Puebla de Don Rodrigo lleva a cabo por estas fechas, en las que agosto cuenta sus últimos días. Y cito a nuestro Rio Guadiana, ya que en ese aparecer y desaparecer anduvo la tarde en lo referente a los de luces y a los de cuatro patas.

Por empezar a desgranar la crónica por los cimientos de la fiesta (El Toro), cabe destacar el interesante comportamiento de los Santa Coloma del hierro de Pablo Mayoral. Desiguales, pero en línea con la procedencia y de un juego boyante y rítmico, brindando embestidas con buen aire el primero y de aterciopelado compás para el lucimiento por parte del tercero. Los del hierro de La Peregrina fueron otro cantar, sin romper hacia delante ningún toro con claridad y faltos de transmisión. La nobleza en ellos rayó a gran altura, como el arreglo de sus defensas, con alguno de ellos como el mutilado sexto, por citar simplemente a uno de ellos.

Los tres debutantes como matadores en esta plaza de Puebla de Don Rodrigo trenzaron el paseíllo desmonterados, como manda el código litúrgico taurino. Joaquín Galdós demostró una corrección pulcra en todo lo ejecutado, fruto de la madurez que va adquiriendo el peruano. Se le ve sobrado, de esas veces que se ven redondos a los toreros en la manera de caminar por la plaza y de asentar las zapatillas en todo lo que llevan a cabo. Desorejó a su primero, que fue el menos malo de los de La Peregrina y se esforzó en recursos técnicos con el de menos nota de Mayoral, lidiado en quinto lugar. En ambos oponentes largó tela y tuvo gusto en su capote a la verónica. Con la espada en ambos, un cañón.

Antonio Ferrera se las arregló con el inclemente viento, molestándole ante el que abrió plaza, y el cual permitió en ocasiones que el episodio tuviese contenido. El quite sacando al toro del caballo por chicuelo al paso, tuvo belleza. Con la espada se atascó el extremeño. El cuarto fue muy vulgar en los primeros tercios, donde Ferrera exprime y desarrolla diversidad con su capa verde, pero en esta ocasión, “verdes las habían segado” con el de La Peregrina, hierro ganadero de su propiedad hasta hace poco tiempo. En la muleta se arreó con afán de provocar la embestida de un cuarto que se vino arriba lo justo para que Ferrera lo enjaretase. En esta ocasión la espada viajó certera y el doble trofeo cayó como cayó Lepanto.

El daimieleño Carlos Aranda hacía su segundo paseíllo tras la reciente alternativa en Manzanares. El rodaje con el cuatreño de Aranda prosigue aún en los primeros capítulos, lógico por otra parte, y quedó evidenciado ante su primer oponente, un “súper clase” toro de Pablo Mayoral, con el que Carlos no encontró el acople, la reunión, el entendimiento y la confianza en sí mismo que nos hubiese gustado, pero claro, también lo queremos todo ya, y las cosas buenas, como el toreo precisamente, tienen sus tiempos. Este tercero lo brindó al “Rubio de la Puebla”. La clase humillada y rítmica de “Quesero” pusieron sin duda, la nota de categoría a la tarde, en el aspecto ganadero. Ante el mutilado de pitones, lidiado en sexto lugar, Aranda estuvo voluntarioso, destacando su rectitud en la ejecución de la suerte suprema. Este último toro lo brindó Aranda a la alcaldesa de Ciudad Real, la Sra. Masías, presente en el tendido, que lloró de la emoción.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Foto: redes sociales Joaquín Galdos.

Plaza de Toros de Puebla de Don Rodrigo. Tres cuartos de entrada en tarde nublada y con viento que amenazó tormenta.

Se lidiaron toros de Pablo Mayoral (1º, 3º y 5º) desiguales, pero en línea con su procedencia santacolomeña, destacando la clase y el ritmo del tercero, de nombre “Quesero” y “La Peregrina” (2º, 4º y 6º) justos de presencia, faltos de transmisión y presencia en sus defensas, con claros síntomas de presunta manipulación (uno de los grandes males de la fiesta).

Antonio Ferrera, de azul rey y oro: ovación y dos orejas.

Joaquín Galdós, de tabaco y oro: Dos orejas y oreja.

Carlos Aranda, de sangre de toro y oro: Palmas y dos orejas.

La terna salió a hombros por la puerta grande.