En Piedrabuena el torero madrileño triunfó realizando lo más destacado de una tarde en la que los toros de Torrealba y Torregrande condicionaron el lucimiento de un voluntarioso Padilla y un nuevamente discreto Cayetano.
La guerra de López Simón durante toda la temporada consiste en aprovechar esa inercia de torero revelación y fresco, que viene a dotar de nuevos matices el escalafón superior de matadores en una necesaria renovación que de la mano de los Roca Rey, Garrido o Ginés Marín intentan lograr a codazos meterse entre los Ponce, Juli, Perera, Manzanares… Esta guerra en el caso del joven torero de Barajas es gestionada y llevada a cabo precisamente por “el Guerra”, Julián Guerra, su apoderado, quien ha planteado una temporada en la que sumar festejos y “aprovechar el tirón” parece la clave. Durante la presente campaña las hubo de mayor rivalidad en el caso de alternar con los que de verdad están hoy “mordiendo los pitones”, caso del peruano Roca Rey o José Garrido, donde se vio un López Simón si cabe más justito de facultades y poderío de futurible figura del toreo, las ha habido de relumbrón, acartelado con los Juli y Manzanares, donde estuvo a la altura, y las está habiendo (la gran mayoría) como la de ayer en Piedrabuena, junto a dos compañeros de cartel en los que anda muy por encima a poco que los toros se dejen y la competencia resulta inexistente.
Además de lo anterior, en estos carteles los oponentes resultan “fáciles” dentro del siempre riesgo y peligro que entraña ponerse delante de un toro, recordando la expresión de que en este oficio “no hay toro o enemigo pequeño”. En el caso de ayer Simón despachó uno de Torrealba en tercer lugar, al que desorejó fácil y aseado. Un toro bajo y de buenas hechuras al que le faltó fuerza y que fue pesimamente lidiado, sorprendiendo la vara puesta en la paletilla por uno de los grandes del castoreño como “Tito Sandoval”. Corriendo un tupido velo por el desastre de primeros tercios, comenzó la faena Alberto pegado a las tablas como casi siempre, con muletazos suaves que en el remate por alto ya pisaban los medios. Durante toda la actuación del torero se hace presente la voz “del Guerra” (su poderdante) que mantiene constante contacto verbal con el diestro, dirigiendo la función a veces con demasiada autoridad, sin dejar opción a que sea la inspiración del que está delante la que decida terrenos o alturas o duración de las tandas o planteamientos de faena. Sin bajar la mano consiguió varias tandas por el lado derecho que gracias al temple reunieron la brillantez y el eco en los tendidos. Apagándose pronto el animal entró en la corta distancia donde en plazas como Piedrabuena los alardes y desplantes salen muy rentables. El espadazo haciendo la suerte desde mucha distancia como ya es habitual fue efectivo y las dos orejas estaban cantadas. En sexto lugar lidió uno del otro hierro ganadero de la tarde, Torregrande, que fue uno de los más potables. Con otra lidia que dejó que desear por parte de la cuadrilla comenzó Simón de nuevo calcado al tercero, pegado a las tablas, como casi siempre. En este caso el toro se desplazaba mejor en los medios, donde habría logrado de manera más directa el “pronto y en la mano” que tanto le gusta “al Guerra”. Ya en el centro del ruedo el toro le regaló dos tandas muy logradas con la diestra que de nuevo calaban en el respetable. Con la izquierda no se vio el mismo acople, quizá por el viento que molestó por momentos o quizá porque la calidad del animal por ese lado no ofrecía las mismas garantías. La duración del “Torregrande” muy corta y de nuevo sin fondo y el torero por consiguiente encima de los pitones hasta el punto del desplante de rodillas tirando previamente la muleta, eso sí, la gente loca. El acero no entró hasta el tercer intento y de ahí la reducción del premio a una oreja que hacían un total de tres en una nueva fructuosa tarde de López Simón y “su guerra”.
Juan José Padilla se enfrento al feote primero, que fue el peor presentado de la corrida, lamentable de pitones y sin trapío, ya que aunque Piedrabuena es plaza de tercera no quita que los animales tengan su seriedad y su integridad dentro del volumen y la morfología del toro de plaza de tercera. El de Jerez pasó un rato de “guasa” con este colorado que abría plaza, que esperó y midió mucho en los primeros tercios, impidiendo el lucimiento en banderillas del “ciclón”, que tan solo pudo dejar dos pares “al violín” y gracias… Con la muleta a punto estuvo de prenderlo en dos ocasiones y el trasteo pasó inadvertido además por el fallo con la espada y el descabello. En cuarto lugar lidió un sobrero de Torrealba por la devolución del castaño cinqueño que saltó ya lesionado de un brazo, cojeando ostensiblemente. El sobrero, con buen remate en sus hechuras tuvo un tranco excepcional en los primeros tercios, donde quizá se gastó demasiado, repitiendo las embestidas en los capotes de Duarte y Mambrú que lo colocaron de punta a punta en varias ocasiones para las banderillas del torero jerezano. Además de esto Padilla le dio fiesta de salida con el capote recibiéndole con dos largas de rodillas, verónicas, chicuelinas… Al caballo lo llevó también galleando por Chicuelo y tras el puyazo hubo sitio para tres navarras garbosas y una serpentina, a todo esto el animal galopando y dejándose toda la gasolina en los primeros tercios. A la muleta el de “los rizos negros” llegó sin fondo y en el comienzo de rodillas ya perdió las manos derrumbándose y costándole mucho seguir peleando con la clase con la que hasta ese momento lo hizo. En esta tesitura pues ya se pueden imaginar, Padilla en acción, muleta por delante, muleta por detrás, rodilla en tierra, franela por la cara y desplantes para justificarse y arrancarle la oreja tras una estocada al segundo intento.
Cayetano de nuevo se vistió de blanco y plata, como los otros dos paseíllos que hiciera recientemente en Alcázar y Almagro, para dejar una impronta de torero apagado, que no dice nada, y que opta por la discreción y el paso de puntillas por las plazas de nuestro territorio manchego donde se le procesa la ya famosa admiración popular, sobre todo por las féminas del lugar, que acuden en busca de la belleza del mediano de los Rivera. Ante su primero que tuvo nobleza a raudales y humillación no se terminó de acoplar, sobre todo con la izquierda donde era molestado por el viento, pero en el negrito bragado había clase en la embestida que no fue aprovechada por el torero realizando además un trasteo de corta duración. Con la espada lo pinchó varias veces esfumándose la posible oreja. Con el quinto al que se le dio incomprensiblemente en varas un segundo puyazo habiéndose cambiado el tercio, ya que el picador por su cuenta se fue en busca del animal y allí ni el matador ni los de plata lo impidieron, “como si le hiciera falta que le pegaran a la fiera”. Así que en la muleta nada, entre la falta de fuelle del Torregrande y la desidia del torero allí solo destacaban los gritos de ¡guapo! que brotaban del tendido. La buena estocada tirándose mejor que en su primero y el tirón popular le dieron la oreja que le valió para al menos no irse de vacío de una Piedrabuena amable con los toreros y entretenida en los tendidos de una plaza, donde afortunadamente gustan, interesan y atraen los toros.
Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: Manuel del Moral Manzanares
Plaza de Toros de Piedrabuena. Tres cuartos de entrada. Tarde fresquita y nublada.
Se lidiaron toros de Torrealba (2º,3ºy 4ºbis que sutituyó al titular por invalido) desiguales aunque correctos de presencia en sus hechuras, nobles y de buena condición aunque faltos de fondo. Y tres de Torregrande (1º, 5º y 6º) peor presentados y de peor condición, salvándose el sexto que duró algo más.
Juan José Padilla, de blanco roto y oro: Ovación y oreja
Cayetano, de blanco y plata: Silencio y oreja
López Simón, de azul marino y oro: Dos orejas y oreja.
López Simón salió a hombros por la puerta grande.