En tarde de mucho calor y mucha lluvia los toreros lo pusieron todo y “Los Adolfos” no pusieron nada y así no se puede.

Dieciocho, han leído bien, dieciocho toros cárdenos llevamos seguidos en tres días consecutivos y de las tres ganaderías más emblemáticas de este pelaje y del mismo entronque genealógico, a saber Vistahermosa por la vía de Saltillo-Santa Coloma-Marqués de Albaserrada como lo han sido las que han pasado por la plaza de Las Ventas los tres últimos días siendo estas las de José Escolar, Victorino Martín y Adolfo Martín y ninguna ha mostrado nada, absolutamente nada destacable.

Que sí, que son toros encastados sí, pero no solo de eso vive el toro bravo pues además de casta deben tener más cosas como bravura, fuerza y movilidad y de todo eso el que ha tenido una cosa ha adolecido de otra y el que ha tenido de la otra ha carecido de las anteriores y eso nos hace pensar que las cosas no van bien en la cabaña brava y si no van bien las cosas en este tipo de encaste que si ya de por es minoritario y que solo un reducido grupo de toreros son capaces de enfrentarse a él ¿qué puede esperar el aficionado de cara al futuro de la Fiesta? Pues que puede pasar lo que ha venido pasando a lo largo de la historia de la tauromaquia y es que parte de los encastes primigenios, por unas causas u otras, han ido desapareciendo de nuestra geografía y mucho me temo que pueda pasar lo mismo con el pequeño reducto que nos queda de estos cárdenos.

Y como no se trata de ser agorero ni de dar lecciones a nadie sobre historia de la tauromaquia voy a ceñirme únicamente en lo que ha pasado esta tarde en la primera plaza del mundo según mi opinión.

La tarde bochornosa al comienzo del festejo se fue tornando cárdena a medida que iba transcurriendo la corrida, cárdena como los seis astados que esperaban en los chiqueros para saltar a la arena, seis toros de Adolfo Martín flojos, con poca movilidad, de presentación más que justa algunos y un sexto toro que a pesar de ser el de más peso del encierro le faltaba remate y que por no ser no fueron ni bravos ni alimañas, ni enclasados ni zapatilleros y que incluso el que pudo haber sido devuelto por falta de fuerzas fue el que mejores embroques ofreció.

Así las cosas decir también que la tarde tuvo dos corridas diferentes, la primera con un calor insoportable y la segunda con el diluvio universal para el que nadie venía preparado y es por eso que se armó una estampida espectacular de aficionados desde los tendidos a los pasillos de la plaza. ¡Vaya forma de caer agua!.

El balear Antonio Ferrera, el sevillano de Gerena Manuel Escribano y el pacense José Garrido serían los encargados de lidiar la corrida del día de hoy por lo tanto el primer toro de la tarde le correspondió a Antonio Ferrera que con su capote azul y de poco apresto, a mí no me gusta nada, paró a un toro bajo de manos cortitas y veleto que apretaba para dentro en sus primeras acometidas. El toro tiene poca fuerza y se deja pegar en el caballo en su primer encuentro y mansea en el segundo esperando mucho en banderillas.

Ferrera sabe desde el principio que va a tener pocas opciones de lucirse pues el toro gira sobre las manos cuando intenta coger la muleta e incluso las pierde cada dos por tres ante lo cual decide doblarse con el animal y cuadrarlo para ejecutar la suerte suprema la que realiza dejando una estocada baja y punto. Silencio.

Mejor presentado estaba el segundo de su lote, un toro largo y de lomo casi recto que se deja pegar en el caballo sin más y con los tendidos aguantando lo que se podía por el aguacero que empezó a caer fue Ángel Otero quien arrancó la primera ovación fuerte de la tarde al parear en el tercio de banderillas.

Con los tendidos casi vacíos pero con las gradas y andanadas repletas de gente comenzó su labor de muleta Antonio Ferrera sobre la mano derecha y templando de muy buenas formas las embestidas del flojo burel. Relajado el torero con la mano izquierda consigue unos naturales que llegan a los tendidos y a los pasillos de la plaza pues muchos aficionados seguían la faena del balear a través de los mini televisores que hay colocados en esa zona. Aprovecha los buenos embroques que le ofrece el de Adolfo para intentar tirar de él pero el toro no llega a pasar nunca hasta el final y a pesar de ello Antonio insiste logrando algún muletazo aceptable. Recibe un aviso desde el palco que hoy ocupaba D. Ignacio Sanjuán y después de un pinchazo coloca una estocada para finalizar una faena fundamentada principalmente en la mano diestra. Ovación.

Todavía hacía mucho calor cuando Manuel Escribano se fue a recibir a portagayola al segundo de la tarde que sale muy lento de la oscuridad de la manga de chiqueros y ejecuta una larga como puede para después salir de la cara del animal gracias a las facultades que atesora el sevillano. Pelea de forma muy discreta en el tercio de varas tras el cual Escribano toma los garapullos para ejecutar un tercio de banderillas más de intención que de asomarse al balcón, aunque eso sí, todas en una perra gorda que se decía antaño.

El toro llega sin poder y sin embroque al tercio de muleta y girando sobre las manos y decide el animal no pasar cuando le baja la mano el torero y es por eso que de uno en uno es como trata de solucionar ese problema pero no consigue lucirse como él pretendía y eso que probó con ambas manos. Con los pitones a la altura del corbatín en el momento del encuentro del espadazo final acaba Escribano con el toro recibiendo una ovación.

Sale el quinto de la tarde en medio de un aguacero impresionante al que de nuevo recibe el de Gerena a portagayola y los pocos que se encuentran esperando al Arca de Noé en los tendidos le animan al grito de ¡Torero, torero!. El toro es un toro veleto, de cortas extremidades anteriores y serio, al que una vez erguida la figura torea por verónicas interesantes Escribano. Esta vez el toro no es diferente a los demás en el caballo y tampoco se emplea. Un par de banderillas al quiebro y al violín es el que remata un tercio ejecutado de nuevo por Escribano.

A través de la inmensa lluvia que caía en esos momentos pudimos adivinar que con la muleta ejecuta un pase cambiado por la espalda en el centro del redondel. El toro tiene muy poca fuerza pero humilla y es por eso que el diestro a base de coraje logra unas series más que estimables. Cuando se cambia la muleta a la mano izquierda en uno de los muletazos el toro se queda debajo y voltea al torero manteniéndole un buen rato colgado de la pala del pitón del que sale airoso sin consecuencias y vuelve sobre la mano derecha a conseguir algunos muletazos con limpieza. Mata de una estocada desprendida y cuando el toro dobla afloran los pañuelos que el Presidente estima minoritarios pues no podía ver los que pudieran sacar los cobijados y guarecidos de la lluvia en los pasillos. Vuelta al ruedo fue lo que dio Manuel Escribano sin paraguas ni impermeable, disfrutándola.

Es el turno del pacense José Garrido, cuando aún hacía calor pero el cielo amenazaba ya tornándose gris como está siendo en general todo lo que llevamos de feria en cuanto a resultados tanto artísticos como ganaderos me refiero.

Acodado de pitones, bajo de hechuras y serio por delante es el animal que sale a la arena en tercer lugar al que Garrido para al de Adolfo sin que el toro pase nunca en toda su longitud y apretando siempre en dirección a los adentros. Gira el burel en el primer encuentro con el del castoreño buscando el rabo del caballo y se deja pegar sin emplearse en el segundo puyazo. De especial dificultad son los pares de banderillas pues es difícil ganarle la cara a un toro que acorta los encuentros con los banderilleros.

Sabe el extremeño las dificultades que puede plantearle el toro y que además no va a conseguir nada de interés por las cortas embestidas y la imposibilidad de ligar ni un solo muletazo pues el animal no pasa nunca de las caderas del diestro a pesar de probarlo por ambos pitones y se va a por la espada para recetar una estocada. Silencio.

Parece que amaina la lluvia cuando se ordena que salga el sexto de la tarde, un toro silleto, suelto de carnes de justa presentación y sin remate a pesar de que en el tablón dice que pesa 602 kg.

Verónicas de buena factura y cargando la suerte es lo que José Garrido receta al toro con el capote antes de que acuda al varilarguero donde demuestra una flojedad importante sin emplearse y que acusa también en el segundo tercio. Poco poder tiene el toro.

Comienza Garrido su labor de muleta aprovechando que el toro tiene cierta longitud en sus embestidas a la vez que empieza de nuevo la lluvia bajo la cual llegan los mejores pasajes consiguiendo el torero alguna serie con ligazón perdiendo pasos cuando debe y ganándolos cuando es necesario. Con la zurda la cosa es más complicada pues se vence más el animal hacia adentro. Acaba con el toro de estocada entera pero de colocación baja. Ovación.

Finaliza la corrida y para de llover. ¡Qué cosas más extrañas están pasando en este San Isidro!.

Paseando a la salida podía adivinarse los que habían ido a los toros esta tarde. Los que iban empapados habían estado y los que no, pues no. Deducciones policiales.

Mañana más y mejor que vienen Emilio de Justo que ya cortó una oreja, Borja Jiménez que también cortó otra y Roca Rey el de los cinco avisos. Perdón, perdón, perdón que no quería decir eso.

Crónica: Tomás Mata Menchero

Foto: © Alfredo Arévalo (Plaza 1)

Plaza de toros de Las Ventas. Toros del hierro de Adolfo Martín.

Antonio Ferrera; saludos y saludos tras aviso.

Manuel Escribano; saludos y vuelta al ruedo tras petición.

José Garrido; silencio y saludos.

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