Mansada infumable de Victoriano del Rio  y tarde importante de Sebastián Castella y Paco Ureña que pierden el triunfo por el mal uso de la espada. Ginés Marín sin opciones.

Tarde para el recuerdo la vivida en el día de hoy en Madrid en la que había puestas muchas expectativas por lo que el cartel anunciaba tanto por los toreros que componían la terna como por el ganado enchiquerado para la ocasión y a fe que ha resultado totalmente diferente a lo que se esperaba. Nada hacía presagiar lo que iba a acontecer en el ruedo venteño pues lo que parecía condenado al desencanto general transcurrida la primera parte del festejo, se volvió emocionante, épico, interesantísimo, haciendo recordar toreo de épocas pasadas hasta el punto que los aficionados que en casi su totalidad llenaron el coso de la calle Alcalá dejaron de comer pipas para observar atónitos y con atención extrema e incluso sobrecogidos por lo que en el ruedo acontecía.

El encierro pertenecía a la madrileña ganadería de Victoriano del Río (1º, 2º, 3º y 6º) y Toros de Cortés (4º y 5º) que pastan en el término municipal de Guadalix de la Sierra, desigual de presentación y que no eran precisamente bonitos de hechuras, algunos con falta de remate, caras de todo tipo, pelaje variado y de peso muy irregular según la báscula de la plaza. Mansos, muy mansos, mansísimos, huidizos y asustadizos en los primeros tercios y con demasiada tendencia a los terrenos próximos a los que habían hecho su aparición en el ruedo sobresaliendo en esa actitud los lidiados en cuarto y quinto lugar, siendo este último incluso castigado con banderillas negras ante la imposibilidad de ser picado pues chocaba con el peto de los caballos, tanto del de turno como del que guardaba la puerta y salía de najas como alma que lleva el diablo ante lo cual D. Eutimio Carracedo inquilino del palco en el día de hoy no tuvo más remedio que sacar el pañuelo rojo para lo que se supone era una vergüenza para el ganadero y que en la Plaza de Las Ventas no aparecía desde el 31 de mayo de 2.016, si no recuerdo mal, para castigar al toro «Cazarratas» de Saltillo cuya lidia y muerte correspondió al diestro Javier Sánchez Vara.

La terna para la corrida del día de hoy estaba compuesta por tres toreros muy queridos y valorados en Madrid por los méritos a una trayectoria sin paliativos en estos lares y que no era otra que Sebastián Castella, Paco Ureña y Ginés Marín.

Al diestro francés Sebastián Castella nacido en Beziers le correspondió en primer lugar un toro serio con cuello, carnes sueltecitas y el de menos peso de la corrida que muestra poca entrega en los lances de recibo y que por orden del matador se le castiga poco en sus encuentros con los montados. Quite por verónicas de Paco Ureña en su turno de quites replicado por Sebastián por tafalleras rematadas con una larga espectacular y eterna. Estatuarios para iniciar la labor muletera para continuar con tandas con ambas manos que el animal acepta de mala manera a pesar de llevar al toro muy sometido alargando las embestidas pero complicadas de ligar por lo que la faena no alcanza los vuelos que el diestro hubiera deseado. Estocada baja acaba con el animal tras recibir un aviso. Silencio.

El cuarto toro es un toro grandón que hace cosas de manso declarado y acude de costado al capote que le ofrece su matador. Va de un caballo a otro en el tercio de varas recibiendo hasta cinco picotazos sin pararse hasta que se hace cargo de la lidia José Chacón que muestra al toro el camino más apropiado para que su jefe de filas se haga cargo del último tercio iniciando este su labor con mando y poderío tapando la cara del toro de tal manera que no pueda ver más que la pañosa que el francés maneja de manera extraordinaria, templando magistralmente las acometidas del de Toros de Cortés en dos cambios de manos largos y rotundos que hacen ponerse en pie a toda la plaza . Manoletinas y pases del desdén por abajo entusiasman al respetable. Silencio absoluto cuando monta la espada que sin dudar habrían empujado todos los asistentes al festejo, pero pincha en dos ocasiones para cobrar una entera al tercer intento, aún así el público obliga a Castella a dar una vuelta al ruedo entre ovaciones clamorosas del respetable que también es un reconocimiento muy torero a una labor basada en la entrega, el valor y la verdad.

Cuando salta a la arena el segundo de la tarde que corresponde al murciano de Lorca Paco Ureña, el público manifiesta su repulsa por lo escobillados que lleva ambos pitones y la lidia transcurre con indiferencia en los tendidos. Ya con la muleta a pesar de acudir raudo a los requerimientos del matador no termina de seguir el engaño hasta el final, es un querer y no poder por la justeza de fuerzas del animal que suelta la cara en mitad de los muletazos. Pincha Ureña que se atasca con el acero hasta lograr una estocada desprendida que da con el animal en la arena. Silencio.

Es el quinto un toro de salida lenta y que olfatea la arena haciendo caso omiso a los capotes regateando y dando respingos asustadizos en cada cite capotero de los que huye despavorido y lo mismo hace cuando va a uno y otro caballo en el tercio de varas. Imposible picarlo, no hay forma pues siempre se va donde más despejado está el ruedo. Tras múltiples intentos e incluso cambiando los terrenos de los piqueros y no poder ser, el presidente saca el pañuelo rojo para que el segundo tercio se realice con banderillas negras y que después de varios intentos solo colocan tres palos, a pesar de eso el de Lorca solicita el cambio de tercio que el presidente concede. Muleta en mano se va Ureña al centro del ruedo con el consabido riesgo de enfrentarse a un toro que tiene todas las fuerzas guardadas y es ahí donde el torero se entrega en cuerpo y alma a una labor que traslada el miedo a los que atónitos mirábamos a ese valiente y entregado hombre con un toro de aviesas intenciones y en la boca de riego. Arreones por sorpresa, susto tras susto aguanta el torero plantando cara siempre con la muleta por delante. Doblones finales ya más metido en el tercio y de trazo perfecto que el toro acepta incluso con clase rematan la heroica Labor de Paco Ureña. Se va tras la espada en un matar o morir recibiendo un golpe en el pecho que deja al torero sin aire e inerte por unos instantes, se recupera y a la segunda cobra una estocada que necesita de varios golpes de verduguillo, pero que cuando acierta después de haber recibido dos avisos, toda la plaza puesta en pie conmina al torero a dar la vuelta al ruedo lo que hace entre ovaciones unánimes.

El que ha tenido mala pero que muy mala suerte en el lote que le ha correspondido esta tarde ha sido el jerezano Ginés Marín pues el tercero de la tarde otro manso de libro que no quería otra cosa que las cercanías a las tablas, basto de hechuras y que en en el encuentro con el padre del matador que era el picador de turno derribó de forma aparatosa al caballo teniendo que ser picado por el que hacía de picador que guardaba la puerta.

Intenta Ginés con la muleta pasar con cierta limpieza al toro pero siempre por los adentros y con el animal con tendencia descarada al refugio de las tablas y yendo en dirección a la puerta de chiqueros. Manso y sin opciones El matador monta la espada de verdad y cobra una gran estocada al primer intento que hace que su labor sea silenciada.

Al sexto le recibe Ginés Marín con lucidas verónicas antes de colocarlo en suerte al picador al que derriba de forma espectacular pero en el segundo intento recibe un gran puyazo por parte de Ignacio Rodríguez que es ovacionado al abandonar el ruedo. El toro no tiene ninguna condición como para ofrecer algún tipo de opción al diestro nacido el Jerez, deslucido, manso, sin entrega y sin transmisión al tendido opta Ginés por tomar el camino del medio y acaba con ese desagradable animal con una estocada un tanto desprendida. Silencio y otra vez será.

Y esto es lo que a mi entender ha dado de si la corrida de esta tarde aunque no quiero despedirme esta tarde sin decirles a muchos que van a una plaza de toros a ver una corrida y solo de vez en cuando que los toros mansos no se pueden devolver por esa condición, que los mansos también tienen su lidia y que a lo largo de la historia han sido muchos toros mansos los que han propiciado grandes triunfos a los toreros. Lo digo porque hoy hemos tenido que soportar con bochorno como algunos sectores de la plaza pedían la devolución de alguno de los toros lidiados por el mero hecho de ser de condición mansa, pues bien si Sebastián Castella y Paco Ureña hubieran estado acertados con los aceros, igual estábamos hablando de un triunfo en modo de trofeos y quién sabe si de abrir la puerta con la que todos sueñan cuando vienen a Las Ventas y han tenido toros mansos a más no poder y que han dado emoción, metido miedo y los diestros han ofrecido la verdad del toreo, eso es la tauromaquia.

Mañana más y yo trataré de contárselo bajo mi punto de vista.

Crónica Tomás Mata Menchero.

Fotografía: © Alfredo Arévalo (Plaza 1)

Ficha del Festejo:

Hierro de Victoriano del Río - EspañaHierro de Toros de Cortés - EspañaPlaza de toros de Las Ventas, Madrid. Cuarta de la Feria de Otoño. Casi lleno. Toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés (4º y 5º)

SEBASTIÁN CASTELLA, silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras aviso.

PACO UREÑA, silencio y vuelta al ruedo tras dos avisos.

GINÉS MARÍN, silencio y silencio.

Incidencias: Los banderilleros Rafael Viotti y José Chacón se desmonteraron tras un expuesto par y una buena lidia, respectivamente, al cuarto. Ovación para el picador Ignacio Rodríguez en el sexto.