El albaceteño realizó lo más destacado ante el sexto, en un encierro deslucido de Gregorio Garzón. Le acompañó en el triunfo Andrés Palacios con tres orejas y una cosechó el valenciano Miguel Giménez.

Dos troncos de caballos hacían su presencia sobre el amplio ruedo pozoleño, desde donde saludaban la reina y damas de las fiestas de hogaño, así como su alcalde D. Julián Triguero, quien presenció el festejo junto a miembros de su corporación.

Con casi media hora de retraso saltó el primero de una corrida con el hierro de Gregorio Garzón, muy desigual de presencia y sin fondo de raza en líneas generales. La presencia del toro de la categoría de Pozuelo brilló por su ausencia, ya que los hubo por encima del trapío de esta plaza y otros por debajo del mismo. El “anovillado” sexto fue el de mejor condición ya que embistió con ritmo y clase en el último tercio.

Andrés Palacios abrió el compás a la verónica para recibir al primero de Garzón, rematándolo con torería en la boca de riego. Abrió la boca pronto pidiendo aire el animal, el cual tomó un puyazo en los terrenos de la querencia. A la muleta llegó desfondado, echándose en la segunda tanda, cuando Palacios le quiso obligar, sin llegar a obligarlo. Tras ponerlo de nuevo en pie y darle muchas pausas, enredó el albaceteño por la vía de las cercanías, consiguiendo dejar una buena estocada, recibiendo un doble trofeo.

Al cuarto le cortaría una oreja por el mismo palo del oficio y experiencia, ya que al ensabanado y capirote no le acompañaban los motores que contiene la raza.

Mario Sotos tuvo una tarde triunfal en el resultado numérico y estadístico. Pero de la tarde del nacido en La Hinojosa (Cuenca) extraigo otros matices, si cabe más importantes que lo que el Faraón de Camas llamaba despojos.

Las cuatro orejas en tardes como la de hoy en Pozuelo tienen su importancia, pero quizá lo más importante del balance de su actuación fue la evolución demostrada en ambos toros, donde se vio un Mario Sotos menos forzado que en otras ocasiones, más sosegado, aplicando pausas, midiendo las embestidas e incluso toreando sensacional y profundo ante el que cerró plaza.

Su primero duró poquito. Le dieron la lidia adecuada por medio de las distancias, las pausas y el temple del capote de Álvaro Oliver. La docena de embestidas buenas que tuvo el de Garzón las exprimió Sotos muy templado y reunido con el toro.

El terciado sexto propició lo mejor de la tarde, llegando a la muleta con un ritmo importante y una cadencia acompasada que Sotos no iba a dejar escapar. Quizá es la embestida que necesita este torero, con la cual asiente su concepto y consiga esa “zona de confort” tan difícil de conseguir en el toreo, que es el sitio.

Lo toreó a placer por ambos lados, consiguiendo trazar con la cintura, ofreciendo los vuelos de una muleta que en otras ocasiones no tuvo la suavidad. Por todo ello reitero la importancia, de todo lo que este buen toro de Garzón le haya podido aportar a la tauromaquia y evolución de Mario Sotos. Tras el buen gusto de su faena y el pellizco de torería que le puso al epílogo, cobró una casi media estocada en muy buen sitio que iba ser suficiente.

Miguel Giménez es un torero valenciano del que apenas teníamos referencias. Ante su primero se le vio algo desconfiado, ordenando un excesivo segundo puyazo. Tras salir del peto apareció partido por la cepa el pitón derecho, por el cual sorprendentemente cimentó su faena, la cual además, careció de reunión y colocación. La espada viajó a los blandos para después dejar el acero en buen sitio, obteniendo una oreja.

El quinto fue hondo y serio, pero muy bajo y con aparente interés en los primeros tercios, donde galopó e hizo albergar esperanzas. El inesperado derrumbe en el inicio de la faena hizo que toda posibilidad de lucimiento se disipara. Después el valenciano intentó agradar al respetable sin lograr que aquello tomara demasiado vuelo. Se atascó con la espada y escuchó silencio.

Plaza de Toros de Pozuelo de Calatrava. Un tercio de entrada. Tarde calurosa.

Se lidiaron toros de Gregorio Garzón, muy desiguales de presencia, sin fondo de raza ni transmisión. Destacó el ritmo y la clase del sexto en la muleta.

Andrés Palacios, de negro y oro: Dos orejas y oreja

Miguel Giménez, de nazareno y azabache: Oreja y silencio.

Mario Sotos, de grana y oro: Dos orejas con petición de rabo en ambos.

Crónica: Víctor Dorado Prado.

Fotos:  © Magdaleno León Trujillo.