El albaceteño Sergio Serrano volvió a triunfar en Manzanares, donde el sevillano Daniel Luque dibujó el toreo eterno, en una tarde donde “sin espada no hubo paraíso”. Ginés Marín sin suerte con su lote.

Por su Feria y Fiestas programó Manzanares dos festejos de gran interés en el fin de semana, que demuestran, a pesar de las dificultades sanitarias actuales, que los espectáculos taurinos son totalmente viables, atendiendo rigurosamente a las medidas que el protocolo sanitario indica.

Generó altas expectativas la corrida de la divisa toledana de Conde de Mayalde, y ciertamente la de ayer en Manzanares se balanceó en gran medida hacia el suspenso en las líneas generales de su comportamiento. Segundo y cuarto dejaron entrever embestidas profundas en las muletas de Serrano y Luque, como las tuvo sin continuidad, el rajadito primero. El resto, sin esa transmisión y ese empuje que genera el necesitado matiz diferencial de la emoción. Presencia, cuajo, remate y trapío más que de sobra para una plaza de tercera categoría, como es el precioso coso manzanareño.

En los tendidos, una discreta entrada, que superaría de manera tímida el millar y medio de personas. Destacó la presencia del Presidente de la Diputación de Ciudad Real, D. Jose Manuel Caballero, junto a D. Julián Nieva, alcalde de la localidad.

Pasadas las 19:30h se iniciaba un paseíllo, tras el cual se guardó un respetuoso minuto de silencio, en honor de las víctimas que dejó y sigue dejando la Covid-19, así como de manera inevitable por la fatídica cornada que en 1.934 provocaría el fallecimiento de “Sánchez Mejías”.

Daniel Luque es un torero que atraviesa un momento sensacional. –“Dan ganas de seguirle allá donde se vista de torero” – “Vaya momento tiene Luque” – “Cómo está este tío”- eran algunas de las expresiones que se escuchaban al finalizar el festejo entre los aficionados. Y es que cuando la afición se expresa de una manera tan unánime es porque lo que se dice, está más que confirmado.

No seré yo quien ahora descubra, la portentosa facilidad con la que el torero de Gerena es capaz de crear profundidad, belleza, hondura y plasticidad. El capote le vuela suave, templado, clásico, y ya en su primero, a pesar de las informalidades de la mansedumbre, supo aprovechar varios lances muy encajado y de bella factura. Con la muleta supo desengañar con torería al de Mayalde, sabiendo en todo momento hacia donde tenía las querencias el animal, y dibujando a este favor, verdaderos lienzos de conjunción. La pena fue la espada, que viajó a los blandos de fea manera. Fue obligado a saludar desde el tercio.

En cuarto lugar, salió “Guardamonte” un primor de hechuras, con seriedad, muy bajo, bien armado y un cuello tremendo, con el que iba a protagonizar la obra de la tarde. De inicio tuvo el castaño de Mayalde la sosería por predominio en su manera de acudir a las telas. Se acobardó en la pelea ante el caballo. La cuadrilla de Luque es soberbia y en este toro lo demostraron Juan Contreras lidiando (aún dura el lance a una mano, con el que puso la firma de su brega) y Raúl Caricol con los palos. Después vino la faena que Luque iba a trenzar por abajo, encajado, reunido, en todo momento erguido y consiguiendo ralentizar al de Mayalde al natural, de una manera soberbia. El temple, la cadencia acompasada, el toreo cásico y eterno. Tremendo Luque ante la enclasada embestida del castaño “Guardamonte”. En este y en su primero hubo “fin de fiesta” con las clásicas “luquesinas” bien hilvanadas y sin perder la torería en su ejecución. De nuevo la espada arrebató el gran triunfo que hoy hubiese cosechado el torero de Gerena.

Sergio Serrano saludó al bonito sardo, a la verónica, a pies juntos, donde ya se apreció como el de Mayalde se fue detrás de los vuelos del percal. El de Albacete viene de un triunfo relevante en Madrid, y eso se nota, tanto en él, como en el aficionado. El inicio desde los medios, de rodillas, sirvió para cimentar el arreón del albaceteño. Alcanzó el trasteo momentos álgidos por el lado derecho, así como muy meritoria fue su labor al natural, ya que por ahí presentó el animal genio y falta de ritmo. Serrano tiene valor y su tauromaquia castellana, asentada y firme, hace que los toros no les que más remedio que embestir. Un espadazo en el sitio hacía que llegara el doble trofeo.

Ante el segundo de su lote, Serrano no lo tuvo fácil. El bonito quinto sufrió varios porrazos, frente a algún burladero y en alguna que otra voltereta, de esas que dañan y merman a los animales. Para más inri se partiría el pitón izquierdo en los inicios de la faena. Saludó la ovación del respetable como premio al esfuerzo y a la actitud demostrada durante toda la tarde.

Ginés Marín tuvo el infortunio de encontrarse con dos toros muy a menos. Su primero no tuvo nada de fondo, ni fuerzas, resultando casi imposible que aquello cogiera vuelo. En el que cerró plaza pudo el jerezano, criado en Extremadura, ofrecerle el oficio que atesora, a pesar de su juventud, y poniendo la muleta en las alturas y distancias oportunas, para enjaretar al menos un trasteo digno, ante el serio burraco de Mayalde que cerró plaza, y al cual le cortaría una oreja.

 

Plaza de Toros de Manzanares. Media entrada del aforo permitido. “Calor del bueno”

Se lidiaron toros de Conde de Mayalde, bien presentados, con seriedad y trapío por encima de la categoría de la plaza. Mansos y descastados en los primeros tercios y deslucidos, salvo las interesantes embestidas de primero y segundo en la muleta, y la gran clase del cuarto.

Daniel Luque, de rosa y oro: Ovación y oreja.

Sergio Serrano, de Dámaso Gonzalez y oro: Dos orejas y palmas.

Ginés Marín, de ceniza y oro: Palmas y oreja.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares.

 

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares.