A pesar de la falta de fuerzas de la corrida de “Las Monjas” hubo contenido en la tarde alcazareña, donde Ponce y Morenito salieron a hombros.

Alcázar de San Juan, por motivos de sobra contrastados, supone cada año, una de las citas más importantes de la temporada taurina manchega. Quizá sin la solera, o sin el gran ambiente de toros del que gozaba años atrás, pero sin perder la importancia y la seriedad, de una de las mejores plazas de su categoría, en los comienzos del muy taurino septiembre de la zona centro.

Este domingo de operación retorno en las carreteras y tras el pregón y la inauguración de sus ferias y fiestas, se lidió una corrida de toros donde se anunciaban Enrique Ponce, Morante de la Puebla y Morenito de Aranda, ante astados de la divisa sevillana de Las Monjas.

La tarde tuvo dos tiempos totalmente diferentes. Tres primeros toros que se desfondaron cuando llegaron a la muleta dejando sin opciones a la terna y un segundo tiempo donde llegaron los triunfos y el lucimiento. El cuarto toro, al que Ponce dejó prácticamente sin picar fue el que más vida tuvo y el que más vida puso a la tarde, colocando la cara y deslizándose por un pitón derecho extraordinario. El quinto se dejó sin más, y el sobrero lidiado en sexto lugar se movió, faltándole calidad y humillación.

Enrique Ponce llevó a cabo una faena a su segundo con el ADN que el valenciano mantiene ya durante veintiocho años como matador de toros, ahí es nada. Toreando erguido, majestuoso, y cuajando a su segundo oponente, sobre todo por el gran pitón derecho. No había toques bruscos, ni pisotones, ni voces, ni alaracas, porque cuando se cita con suavidad y se lleva templado al animal, simplemente se torea. Con la zurda no hubo tanta conjunción. La inspiración de los finales de faena genuflexos del maestro valenciano pusieron en pie al respetable. En la suerte de recibir enterró el acero como rubrica de una gran faena. Dos orejas con leve petición de rabo, el cual agitó con insistencia el tercero de su cuadrilla, (Jaime Padilla) quitándole categoría y belleza al momento.

Morante de la Puebla se trajo de Ronda un buen puñado de detalles y pinceladas, de un torero que cuando se encuentra agusto, rompe con la monotonía de lo habitual en las tauromaquias de hoy en día. Tan personal, tan diferente, tan artístico y continuamente por los caminos de la inspiración sevillana, que nos trasladan a esa época dorada de los Ortega, por los comienzos del siglo veinte. El recibo capotero a su primero consistió en soltar el capote en dos largas a una mano, para después lancear a la verónica y terminar con otra larga, “Morante viene con ganas” se escuchaba por la barrera. Tras no poder conseguir mucho más ante la flojedad del de Las Monjas, en su segundo hubo genialidad y contenido de principio a fin. De nuevo hundió el mentón en el pecho para darle culto a la verónica. Buen puyazo de Cristóbal Cruz, que ahormó una embestida que sería acariciada por la franela de José Antonio.  En los medios hubo un molinete y una tanda por el lado derecho sensacional. Con las dos rodillas en tierra y tocándole el pitón volvió a transportarnos a otros tiempos. Morante en estado puro, yéndose de la cara del toro con una gallardía especial, singular, única. Tras un pinchazo consigue una estocada casi entera. Para descabellar le pidió la puntilla a su tercero, fallando en ese primer intento y atronando después con el verduguillo. La afición alcazareña le obligó a dar una clamorosa vuelta al ruedo.

Morenito de Aranda solo pudo en su primero, lucirse con el capote, con el que se vivió esa maldita estampa provocada por la falta de fuerzas, donde la cuadrilla al completo se afana en poner el pie al toro.  El sexto fue devuelto cuando ya se banderilleaba, ante la insistencia generalizada de un público, que quería ver a Morenito ante un toro con opciones.  El sobrero, más hondo y alto de agujas que sus hermanos, mostró una manera de embestir un tanto bruta, pero tuvo duración y transmitió lo suficiente para que Morenito lograra su fin. Bien con el percal el burgalés y bien con los palos Andrés Revuelta y Pascual Mellinas, que saludaron montera en mano. La faena consistió en darle sitio al animal al principio, tirar de él y llevarle muy tapado. Cuando lo tuvo metido en la canasta “el Moreno” se gustó con la diestra, en una faena de menos a más. Con la espada, soberbio, recitando una estocada, que ya por si sola era merecedora de premio. Dos orejas.

Plaza de Toros de Alcázar de San Juan. Tarde calurosa. Dos tercios de entrada.

Se lidiaron toros de Las Monjas, de buenas hechuras y bien presentados. Destacó el cuarto sobre el resto, por calidad y clase en su embestida. Los tres primeros sin fuelle. Quinto y sexto se dejaron.

-Enrique Ponce, de azul celeste y oro: Palmas y dos orejas.

-Morante de la Puebla, de nazareno y oro: Ovación y vuelta al ruedo.

-Morenito de Aranda, de sangre de toro y azabache: Silencio y dos orejas.

Enrique Ponce y Morenito de Aranda salieron a hombros por la puerta grande. 

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares