¿Bastonito? ¿Murciano? ¿Belador? ¿Cobradiezmos?

Siento decirte, querido aficionado, que ninguno de esos bravísimos ejemplares, premiados con honores por su bravura, van a superar las dificultades del “toro” que nos ha tocado lidiar, y que omitiré el nombre por el que se le conoce, ya que todos de sobra, conocéis…

Me siento delante de vosotros en calidad de “subalterno”, “de peón de brega de vuestra particular lidia”, de amigo, de compañero, de conocido, de admirador, de aficionado, de lo que queráis, pero sentía que debía hacerlo, y aquí estoy.

El animal que nos ha tocado en suerte, es negro, tremendamente negro, muy serio, sin hechuras de embestir la verdad, desproporcionado, muy astifino, y con una mirada que a los profesionales desde su desembarque no ha gustado; y mirar por donde, en la bolita del sombrero que hemos cogido, viene su guarismo, el 19.

Ahora toca “echarlo por delante” y dejar el menos feo en segundo lugar, o lo contrario, dejarlo por detrás y que sea lo que Dios quiera, ¿qué decís? Yo optaría por echarlo por delante, y verlo como si fuera el más bonito de la corrida. ¿Qué digo de la corrida? El más bonito que había en el campo, y presentarle todo nuestro oficio, inteligencia, arrojo, disposición, y sobre todo, valor, ¡mucho valor!

Seguro que nos va a exigir a toda la cuadrilla desde que nos pongamos delante de él. Hay que estar sincronizados, bien colocados y pendientes en todo momento de las reacciones que pueda tener, pero a este pájaro le vamos a plantar cara con mucha torería y dignidad, ¿o es que aquí no hay raza para afrontar lo que venga? Por supuesto que si.

Salgamos a la segunda raya a pararle los pies, bajándole las manos lo que podáis, sometiéndolo desde el minuto uno, diciéndole quien manda aquí, y ante todo con la mayor calma posible, es cuestión de mentalizarse. Después vamos a “echarle el palo” y cogerlo en el sitio, ¡hay que darle! ¡hay que picar!. Seguro que “sale de najas” y pega el rebrinco de los cobardes, pero volverá, y si no vuelve, entre todos lo traemos de nuevo y se le mete al picador debajo del peto, las veces que haga falta.

Con los palos, lo dicho, todos muy atentos a cortar los arreones hacia los adentros, que pegará “el figura” o lo que puede cortarnos, cuando vayamos a realizar el embroque. Seguro que entre todos le dejamos tres soberbios pares, que pongan “el kiosco” a reventar.

Sin más dilación, cojan la muleta, plegada, con torería (nunca hay que perderla) y el comienzo, sin contemplaciones, abajo, muy abajo, y sin quitarle la franela del hocico, pero bajando la mano para dominar y gobernar en todo momento una embestida con genio, que solo busca cazarnos. Siempre colocados, sin dudarle ni un ápice y dejándosela en la cara, para que no tenga otra opción que perseguir ese trazo de la supervivencia que nos hará ganar la batalla, ¡confiar mucho en vosotros!

No hace falta prolongar la pelea. Cuando se pare y junte las manos, nos cuadramos con el, y en corto y por derecho le “damos mejor vida a este toro” al que la tauromaquia no me cabe duda, vencerá.

Estemos unidos toda la cuadrilla, que componemos la familia taurina, donde dentro de ella conviven personas de toda índole y condición. En la tauromaquia habitan enfermeros, médicos, cirujanos, personal sanitario, a los cuales les brindamos todo nuestro apoyo y les enviamos todo nuestro aliento y solidaridad. En este furgón de cuadrillas vamos todos juntos, y estamos todos con vosotros, de aquí no se baja nadie.

Ánimo, mucha fuerza y desde Cargando La Suerte, os enviamos toda nuestra admiración, cargada de afecto y cariño. ¡Juntos podemos! ¡Yo me quedo en casa!

Artículo de opinión de Víctor Dorado Prado (Adjunto a la dirección de Cargando la Suerte)