Tarde festiva, donde se pasearon ocho orejas y un rabo por parte de El Juli, Urdiales y Manzanares, ante una corrida sin fondo de Virgen María.

Son tiempos difíciles los que atraviesa el aparato productivo de nuestropaís, y sectores como el de la tauromaquia, requieren de un periodo de recuperación en el que andamos inmersos, todos cuantos estamos dispuestos a arrimar el hombro.

Tomelloso volvió a poblar su plaza de toros con el ambiente de las grandes tardes, donde se hacen presentes las figuras. Tres cuartos de entrada del aforo permitido significan un dato positivo, porque en el positivismo nos debemos centrar, así como en la visión favorable de seguir remando, captar aficionados, compartir la experiencia, y en definitiva “contar los toros” con la libertad y criterio que cada uno considere mejor.

Si bien es cierto que en esta fase de recuperación, el triunfalismo en exceso tendrá sus daños colaterales, y de esta crisis quizá no solo cueste salir en lo económico, sino que también dejará su cornada interna en lo artístico, en los límites que debe establecer el rigor y la seriedad del transcurso de los festejos, así como sus varas de medir, sus concesiones, sus permisividades y ese dejar pasar por alto ciertos aspectos que pueden restarle trascendencia, emoción y verdad, a lo que ahí abajo suceda.

Al saco critico de los detalles que deben ser corregidos, el desfile ridículo, sin respeto hacia los profesionales, de una serie de compañeros de la comunicación que dejaron patente sobre el ruedo de Tomelloso, que no tienen el más mínimo conocimiento de que el paseíllo de los toreros ¡es solo de los toreros! No podemos consentir que estas personas hagan con sus equipos dicho paseo, en paralelo a los profesionales. Al irrumpir en el ruedo, en un instante que quizá no llega al medio minuto, si es protocolario, pero después la liturgia ordena, que en el ruedo no debe haber nadie más que ellos, los toreros. Esperemos que no vuelva a ocurrir…

En este hilo que encabeza la crónica resulta inevitable apuntar a los palcos presidenciales, como el de ayer en Tomelloso que, con su falta de criterio en la concesión de los trofeos, colabora en el aspecto resultadista y estadístico, así como en el jolgorio, pero no así en el del rigor taurino, donde siempre deben existir ciertos límites con los que “jugar” para darle importancia y valor a los triunfos.

Manzanares volvió a pisar la provincia de Ciudad Real, con un estado de forma arrollador. El de Alicante atraviesa un gran momento y se aprecia esa mejoría de sus recientes lesiones de espalda, donde la intervención en la que se descomprimieron varias raíces de las lumbares 4 y 5 izquierdas, así como el restablecimiento de una hernia discal, le han dado de nuevo el punto físico de un Manzanares imparable.

Lo más destacado de su triunfal tarde de cuatro y un rabo ocurrió en el sexto, al que se le concedió una excesiva vuelta al ruedo. El de Alicante encontró el acople necesario para reunirse, gustarse y hacer estallar ese empaque “manzanarista” que es una de las mejores armas de Jose Mari. Al natural llegaron los mejores compases de la faena. Lo de la espada es tremendo; mantiene una importantísima regularidad con el acero, pero con además el añadido de realizar la suerte de manera sensacional. Ante este sexto, saludaron montera en mano Daniel Duarte y Luis Blázquez.

Diego Urdiales debutó ayer en Tomelloso, y con él su torería, su concepto, su manera de sentir, la cual no edita bajo ningún concepto, ni bajo ningún guion, que por ejemplo hoy podría haber tentado al riojano a “mirar más a los tendidos”

Su primero le permitió emplear detalles técnicos. “Basurilla” careció de ritmo y entrega, eligiendo en su manera de embestir, la protesta, el no irse de los vuelos, el querer puntear, a lo que el riojano aplicó firmeza, suavidad, buen trato, ausencias de toques fuertes. Consiguiendo por momentos que la faena alzara el tono. Los desplantes y la manera de andarle a los toros son una delicia. La gran estocada le harían tocar pelo por partida doble.

El Juli anduvo por Tomelloso, pues de esa manera en la que, gracias a su descomunal poderío, su capacidad, su oficio y su dominio absoluto de la situación, le convierten en ese Juli cumplidor de expedientes sin más. Actuación plana y oficiosa ante un lote, todo sea dicho, poco colaborador.

Su primero fue bastito en la línea general de su comportamiento, además de no poder con su alma. Y su segundo, que apenas fue picado, se vino abajo pronto de igual manera. En este que hizo cuarto enredó Julián desde el clásico arrebato de no quedarse atrás. La experiencia y la facilidad con la que se obtenían los trofeos le iban a resultar al madrileño “pan comido” Dos orejas tras una estocada trasera.

Positivismo, por supuesto. Remar a favor, siempre. Defender a la tauromaquia, moriremos haciéndolo. Pero de igual manera, haremos lo posible porque esos pequeños detalles fáciles de corregir, se corrijan. El espectáculo de una corrida de toros, es tan bello y único, que se merece que todos lo sigamos preservando desde el mayor de los cuidados y mimos que merece.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares

Plaza de Toros de Tomelloso. Tres cuartos del aforo permitido. Tarde de calor soportable.

Se lidiaron toros de Virgen Maria (1ºy 2º) y Santa Ana, correctos de presencia. Bajita de fondo la corrida, en la que destacó el sexto, con el número 83, “Marranazo” de nombre, y al que se le dio una excesiva vuelta al ruedo.

El Juli, de nazareno y oro: Ovación y dos orejas.

Diego Urdiales, de verde y oro: Dos orejas y silencio.

Jose Maria Manzanares, de marino y oro: Dos orejas y dos orejas y rabo.

Los tres toreros salieron a pie por el patio de cuadrillas, por las medidas covid aplicadas.