Les ofrecemos un interesante artículo de opinión de nuestro colaborador, el periodista Álvaro Ramos.

EL JUEGO DE LA POLÍTICA Y LOS TOROS

Por Álvaro Ramos

Siempre he pensado, y sigo pensando, que hay aficionados a la Tauromaquia en todas las ideologías políticas, en todos los partidos sin excepción. En alguno que otro, cierto, serán como un par de granos de arroz en el todo de la paella. Pero ahí estarán, aunque no lo digan. Esto es lo mismo que decir que los toros no entienden de política, una afirmación muy manida y puesta en boca de los aficionados en tantas y tantas ocasiones, que comienza a ser falsa. Muy a mi pesar la realidad empieza a ser otra bien diferente, y aunque el toreo fue, es y será del pueblo, el toreo debe también empezar a entender de política, o de politiqueo, que no es lo mismo.

En el panorama actual de nuestro país hay partidos interesadísimos en jugar a politizar la Tauromaquia. Amparados en una falsa apología del bienestar animal y el ecologismo mal entendido, abrazan la bandera antitaurina pescando una nada despreciable cifra de votos aprovechando las aguas revueltas. Eso sí, necesitan mover las aguas, porque con el mar en calma no hay pescado que llevarse a la boca. Forma parte de su estrategia de enfrentamiento. Necesitan, para conseguir sus fines, abrir brecha. Nada de animalismo, nada de ecologismo, nada de empatía natural. Puro interés, pura ambición de poder. Y los complejos de una sociedad marcada son su caldo de cultivo, aprovechando la bien intencionada (aunque equivocada) protección animal pretendida por muy pocos ciudadanos que son consecuentes con su forma de entender el mundo, de entender la vida. El resto, la inmensa mayoría, un dechado de hipocresía, puro buenismo. El asqueroso dicho de ‘ojos que no ven, corazón que no siente’.

Esconder la muerte jamás la hará desaparecer. Seamos sinceros. Mueren millones y millones de animales cada año en este mundo nuestro, criados y usados para beneficio del ser humano, que no son toros bravos, y de cuya vida, sufrimiento y muerte poco o nada sabemos. Pero se fijan en el toro, ahí ponen el dardo sabiendo muy bien lo que hacen. Digo los políticos, porque es cierto que hay seres humanos que abogan por un nuevo mundo idílico en el que los animales sean ‘ídem’ a las personas. Quieren cambiar nuestra forma de vida hasta las últimas consecuencias. Respeto su profunda equivocación (aunque ellos no me respetan a mí), pero ahora bien, ¿dónde está su inteligencia para advertir cómo estos partidos que se autoproclaman animalistas están usando sus “sanas” intenciones?

El “problema” es la muerte, ver la muerte de un toro bravo. No lo soportan, o eso dicen. Lo entiendo, sinceramente y de corazón. Y tengo una buena noticia, no hay por qué soportarlo. La solución es sencilla y al alcance de todos los bolsillos: no pisar una plaza de toros salvo para ir de concierto. Porque somos millones de ciudadanos, cívicos y humanos, cargados de valores que nos alejan de la brutalidad en la que nos quieren encasillar y de todas esas etiquetas que nos cuelgan gratuitamente, los que sí queremos ver la lidia y muerte de un toro. Y lo hacemos consecuentemente y siendo plenamente conscientes de lo que estamos presenciando, que no es ni más ni menos que una manifestación artística. Entiendo que haya quien no lo entienda, pero el arte es así por naturaleza, casi por definición. El arte, puntal que debe ser nuestro primordial argumento de defensa, tiene estas cosas, genera controversia. El arte es transgresor, y polémico. Bien lo saben muchos de los seguidores de esos partidos que no nos quieren, porque dicen haberlo sufrido. Donde unos ven negro, otros ven blanco. Por eso el toreo es, hoy más que nunca, moderno. Hoy más que nunca y mal que les pese, la Tauromaquia es alternativa. No se dan cuenta que lo que resulta rancio y antiguo es su pretendida prohibición, su ansiada abolición de libertades públicas. Eso sí es casposo.

Y por si tuviéramos poco con los de fuera, además la casa sin barrer. Muchos son los males internos que amenazan al toreo. Uno y fundamental, la falta de unión, del todos a una. O lo que es lo mismo, la falta de generosidad en pro de intereses comunes. Por eso el mundo del toro no ha sabido, hasta ahora, jugar a este juego sin reglas de la política, o del politiqueo. Y si estamos abocados, como creo que estamos, a entrar en ese juego, juguemos pues. Quizá todo cambiaría si los aficionados, el público que hace que los toros sean el segundo espectáculo de masas de este país (que a nadie se le olvide), manifestáramos abiertamente que nuestro voto, elección tras elección, estará condicionado al apoyo explícito y manifiesto a la Tauromaquia. Primero los toros. ¡Cómo cambiaría la película! Si vieran fuerza en nosotros puede que nos dejaran en paz. Pero nos ven fáciles y desestructurados, reconozcámoslo. Y me temo que nuestra reacción, como siempre, llegará tarde. La de los de dentro y la de los de fuera.

Pongámonos las pilas, exijamos a los políticos, si quieren nuestro voto, compromiso con este bendito espectáculo nuestro, el más sincero y emocionante del mundo. Pongamos por delante el toreo, no tengamos la sensación de que estaremos salvando el negocio y la bolsa de los de dentro cuando ellos no son capaces de unirse ni ponerse de acuerdo absolutamente para nada. Aunque sea cierto, pensemos egoístamente y hagámoslo por nosotros, por la felicidad que nos da el toreo, porque forma una parte fundamental de nuestras vidas, de nuestro ser. Es parte de nuestro sentido vital. Hagámoslo por eso.

Álvaro Ramos