Pareció emborregarse la tarde agosteña en el coso de la calle Alcalá, donde trenzaban el paseíllo tres debutantes en la primera plaza del mundo, ante una novillada de La Guadamilla y con la presencia en los tendidos de un repartido cuarto de plaza.

La novillada del hierro de origen Juan Pedro de La Guadamilla dejó un aceptable balance en su comportamiento. Algo desigual de presencia; hubo tres con el volumen y seriedad del toro de cualquier plaza de segunda categoría (y algunas consideradas de primera) y tres más en línea, de lo que a mi juicio debería ser el novillo de Madrid. Sobresalió tanto en lo morfológico como en lo que desarrolló, el “tacazo” que salió en tercer lugar.

Ante tan duro trámite, para cualquier novillero que se presenta en Las Ventas, (Madrid, el novillo de Madrid, el viento, la presión, el poco rodaje…) podemos destacar el buen concepto de Carlos Aranda y el valor enrazado del francés Carlos Alsino.

El madrileño Javier Montalvo fue quien obtuvo menores pasajes de lucimiento. Cayeron en su lote un primero que quiso embestir por abajo y bien de manera irregular. Anduvo bien con el capote Alberto Román, quien le puso orden a la informalidad del trazo del de La Guadamilla. Israel de Pedro aguantó como pudo un primer encuentro, donde terminó prácticamente empotrado en la barrera. Montalvo lo intentó, más voluntarioso que reunido. El cuarto fue el de menos descastado de la novillada, haciendo imposible cualquier planteamiento.

Carlos Aranda llegaba hoy a Madrid con cierta expectación de la afición ciudarrealeña, lo cual se notó tanto en el tendido como en los alrededores de la plaza, donde varias caras nos resultaban conocidas. El apoyo de los manchegos con sus toreros siempre ha sido importante. Aranda recibió a un primer novillo abanto, distraído y buscando excusas para irse de donde le llamaban. Hoy la cuadrilla de Carlos no tuvo su mejor día y las labores tanto en varas, como de brega como con los palos, fueron muy deficientes. A la muleta llegaba este primer Guadamilla de Carlos con la necesidad de fijar la embestida, y Aranda se la fijó en un buen comienzo, consintiendo ese soltar la cara y esperando por parte del daimieleño, ese fondo de nobleza que le permitiera dominarlo mejor. Al natural hubo pasado el ecuador de la faena, un par de naturales donde Aranda encajó la figura para traerse al novillo atrás. Varios detalles por abajo para cuadrarlo en el tercio fueron jaleados por el respetable, incluidos los fijos de Madrid. El metisaca en un sitio feo dejó el resultado en una ovación.

Ante el quinto hubo de nuevo una mala lidia, con muchos tiempos muertos y sin dominar los terrenos ni los ritmos que apuntaba, el aún sin definir colorado de capa y por nombre Lunero. Los inicios de faena no eran precisamente halagüeños y fue Aranda el que por la vía del tesón y la confianza en sí mismo, el que  fue construyendo un trasteo de menos a más para terminar cortándole la oreja al novillo. El calor de un aceptable número de paisanos también colaboró a dicho triunfo. De la actuación de Carlos destacaría la búsqueda de un toreo hondo, clásico y puro, al que le faltan por pulir muchísimos factores, pero un concepto que en Madrid no cae precisamente mal. El toreo a dos manos, erguido y saliendo con torería de los remates por abajo suelen traducirse en mini créditos de la afición venteña, siempre y cuando la colocación sea también pura, aspecto que Aranda debe pulir de su apreciado concepto. La más de media estocada en la suerte de recibir, le llevaban a sus manos una recompensa en forma de oreja, que esperemos le sirva para gozar de alguna que otra oportunidad en esta plaza.

El tercero de la terna era un francés de Beziers, llamado Carlos Olsina, quien demostró tener muy claro que no viene precisamente de paseo a esta profesión. Viene con la hierba en la boca, como se suele decir cuando se ve a un novillero arrear, y vaya si arreó. Recibió a los toros exponiendo mucho, sin importarle ponerse el capote a la espalda de salida, aguantando y tragando mucho. Tuvo en su primer oponente el novillo soñado para su debut. El castaño era de dos. Olsina comenzó la faena con las dos rodillas en tierra y la muleta en la mano derecha, ligando en redondo y con las rodillas enterradas cuatro dedos. Después en cuatro tandas por ambos pitones, tiró del novillo quizá quedándose algo fuera, y sin llegar a redondear lo que era una embestida ideal para el triunfo. EL broche al trasteo fue por Bernadinas ajustadísimas, de las de verdad. Con el acero no anduvo acertado y el resultado quedó en una vuelta al ruedo.

Puso el cierre a la tarde un novillo que se desplazó con buen aire en los primeros tercios y con el que estuvo sensacional Mario Campillo, haciéndole las cosas perfectas. Recetó una buena primera vara Nicolás Martín. En la muleta hubo decisión también desde un inicio donde en la tercera tanda “Insistente” se empezaba a terminar. La estocada la mejor de la tarde, en corto y por derecho. Una nueva vuelta al ruedo fue el premio a un francés, al que habrá que seguir de cerca por los apuntes mostrados, en la tarde de este once de agosto en Madrid.

Crónica: Víctor Dorado Prado

Galería fotográfica: © Manuel del Moral Manzanares

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de Toros de Las Ventas. Un cuarto de plaza. Temperatura agradable.

Se lidiaron novillos de La Guadamilla bien presentados, destacando el tercero notablemente y resultando interesantes, primero, quinto y sexto.

Javier Montalvo, de berenjena y oro: Ovación y palmas

Carlos Aranda, de grana y oro: Ovación desde el tercio y oreja.

Carlos Olsina, de lila y oro: Vuelta al ruedo en ambos.